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Mar, Abr
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Sindical
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Según un informe de la Confederación Farmacéutica Argentina, en el 2017 se vendieron 100 mil medicamentos menos por día. En estrecha relación con la devaluación, los precios de los medicamentos en la era Macri subieron muy por encima de la inflación. El aumento en las tarifas y la pérdida del poder adquisitivo del salario son dos factores que llevan a los pacientes a posponer la compra de medicamentos.

La crisis económica en Argentina golpea a los trabajadores en uno de los ámbitos más delicados: el de la salud. Según un informe elaborado por la consultora de salud Iqvia y por la Confederación Farmacéutica Argentina (Cofa), en la Argentina de Macri se venden 100 mil medicamentos menos por día. El aumento interanual de medicamentos del período enero-enero fue de 64,54 por ciento mientras que la inflación alcanzó el 48 por ciento.

No se trata solo de guarismos. Entre la estadística se cuentan trabajadores que interrumpen tratamientos, jubilados que se ven obligados a optar por la medicación o comer y niños que a muy temprana edad no pueden acceder a los remedios. Vale recordar que, tal como lo reconoció el propio presidente en el discurso de apertura de sesiones ordinarias, es en la niñez donde la pobreza alcanza los índices más altos.

En todos los casos se trata de un problema de salud pública de primer orden. Sin embargo, este escenario no puede separarse de la situación general del país. La crisis económica en Argentina se confirma día a día en los informes y estadísticas elaborados por organismos públicos y privados. Recesión, caída de la industria, del consumo y devaluación. También la pérdida de trabajo y el aumento del trabajo no registrado. Al no poseer cobertura por obra social, las personas pierden los descuentos de 40, 70 y 100 por ciento para la compra de medicamentos.

A lo largo de todo el 2018 las ventas de medicamentos cayeron 5,1 por ciento en comparación al 2017. Si en el 2017 se habían vendido unas 740,3 millones de unidades de medicamentos, el año pasado ese número descendió a 702,4 millones. En las farmacias, según el informe de la Cofa, la caída se sintió fuertemente: se vendieron 37 millones de remedios menos, un promedio de 103.744 unidades menos por día o 4.323 menos por hora.

¿Cómo se puede explicar semejante debacle? Tal vez alcance con recordar que el gobierno, por recomendación del Fondo Monetario, decidió eliminar el Ministerio de Salud para fusionarlo con Desarrollo Social. Sin embargo, cuando se tomó esta decisión en medio de una fuerte crisis política que sacudió al gobierno el año pasado en el contexto de la corrida cambiaria desatada por el JP Morgan y los amigos de Caputo y Prat Gay, el daño ya estaba hecho.

Es que entre los principales beneficiarios de la política económica del macrismo se anotan los laboratorios y la medicina prepaga. Los aumentos en los precios de los medicamentos en los tres primeros años de gobierno de Mauricio Macri no tienen nada que envidiarle a los incrementos que lograron imponer las empresas prestadoras de servicios públicos. Tarifazos por acá y aumentazo en los precios de los remedios por allá.

Tal como informó el Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav), en promedio desde que Macri es presidente el precio de los medicamentos aumentó un 188 por ciento, mientras que la inflación fue del 164. En algunos rubros, los aumentos fueron mucho más altos y alcanzaron un 400 por ciento.

Por esto, las personas se están viendo obligadas a interrumpir los tratamientos. En el caso de los pacientes crónicos de hipertensión y diabetes, por ejemplo, implica un riesgo enorme. Está comprobado que la interrupción repentina del tratamiento farmacológico incrementa, exponencialmente, el riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares severos.

 

Devaluación e inflación

Resulta claro que los aumentos en los precios de los medicamentos se inscriben tanto en el deterioro de la salud pública como en el espiral inflacionario en que se encuentra sumergido el país. Respecto a lo último, la principal variable que explica los incrementos es la devaluación. Y las consecuencias, severas, del movimiento en el tipo de cambio en el sector obedece a la decisión del gobierno de descontinuar la política de producción regional de medicamentos y de compra al por mayor a la India que desde América Latina se coordinaba cuando, hace no mucho tiempo, los rumbos eran otros.

Vale recordar que el aumento indiscriminado de los precios de los medicamentos tuvo como contrapartida una flexibilización a favor de los laboratorios para que puedan comercializar nuevos productos sin la aprobación directa del Estado mediante la Anmat. Así Macri le regaló a las empresas un tubo de ensayo con cuarenta millones de personas adentro.

Con esa media del 2017, Cambiemos redujo los plazos del sistema de control y ensayos clínicos de seis meses a setenta días e impuso un sistema de autorización automática sin precedentes en el mundo.  Estas medidas contribuyeron a una pérdida de soberanía tecnológica, científica y sanitaria que es coherente con la política de ajuste y entrega que lleva a delante el gobierno nacional en todos los ámbitos. 

Una vez más, la cuestión de fondo está relacionada con el negocio de los medicamentos y dentro del mismo, con su sistema de patentes, producción y comercialización. Vale recordar que a través del sistema de compras y reintegros que regula el Estado nacional, Desarrollo Social ejecuta una jugosa partida millonaria que es pretendida desde hace largo tiempo por las multinacionales norteamericanas.

Pero esta política no es nueva en el macrismo. Haciendo un poco de historia encontramos que apenas asumió como Jefe de Gobierno en 2007, Macri vetó la producción de medicamentos genéricos en la Ciudad de Buenos Aires. La tendencia es favorecer a las grandes multinacionales de la salud.

 

Una alternativa que se abandonó

Cambiemos apenas llegó a La Rosada decidió discontinuar una iniciativa impulsada en su momento por el Ministro de Salud de Cristina Fernández, Daniel Gollan. La misma formaba parte de una iniciativa regional que auspició la producción nacional de medicamentos y la compra regional y por mayor a la India de aquellos que por diversos motivos -especialmente financieros y científicos- los países de América Latina no podían desarrollar por su cuenta”.

Esta estrategia era muy buena para América Latina ya que permitía negociar a la región como un gran bloque frente a los grandes laboratorios. Esta estrategia apuntaba a disminuir el poder de los laboratorios e incluso, modificar las correlaciones de fuerzas entre los Estados nacionales y las empresas del sector. 

Sucede que los medicamentos más caros se producen en la India y la idea era comprar junto a Brasil, Bolivia, Ecuador y Venezuela muchos de los remedios que son tan necesarios como caros. Coordinar acciones regionalmente permitía equilibrar las fuerzas con las grandes empresas. Estas negociaciones no sólo eran económicas, eran también políticas ya que, si un laboratorio no quería vender a buen precio un medicamento, los Estados podían amenazar con producirlos ellos mismos” Iniciativas como esta, tendiente a fortalecer la soberanía sanitaria, afecta los intereses y negocios de los diez laboratorios que más facturan en el mundo: Novartis, Roche, Pfizer, Sanofi, Merck, Glaxo, Astra Zeneca, Bayer y Gilead, entro otros.