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Vie, Abr
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El gobierno anunciará un acuerdo con el que pretende evitar que se siga espiralizando la inflación, al menos, hasta las Paso. Productos de segunda marca en una canasta acotada, sustentada sobre el colchón que ya hicieron los empresarios a fuerza de remarcación.


Hoy, flanqueado por Horacio Rodríguez Larreta, Mauricio Macri reconoció que la inflación de marzo registró “un pico” y, aunque aceptó que bajar precios no es “tan fácil” como creía, ratificó el rumbo económico de su gobierno que –recalcó- empezó “por hacer lo que corresponde”.

Así, el presidente inauguró una semana que empieza con un sabor amargo para Cambiemos. Por más que se empeñe en festejar para la tribuna la victoria obtenida por su candidato en la localidad cordobesa de Villa Allende, el resultado de las Paso en Entre Ríos es difícil de ocultar y preocupa en el staff gobernante.

Pero la semana promete mucho más. Hoy el Banco Central empieza a licitar sesenta millones de dólares por día lo que -así lo espera La Rosada- servirá para amesetar el precio de la moneda estadounidense y evitar otra corrida.

Pero esto no es todo: el gobierno espera poder exhibir esta medida, como otro ejemplo de las ventajas que traería aparejado uno de los mitos fundantes de su gestión. Es que esto de “volver al mundo” –según su criterio-, es lo que facilita que el FMI afloje y permita cierta flexibilización del acuerdo que, apenas un año atrás, Macri presentó como una suerte de panacea universal para los problemas socioeconómicos del país.

Y, aunque nada de esto es gratis, eso poco preocupa al Gobierno Cambiemos que, a esta altura, sólo piensa en mantener el castillo de naipes, al menos, hasta las Paso.

Por otra parte, mañana martes, el Indec va a dar a conocer el índice de inflación de marzo que –así coinciden todas las mediciones- no sería menor a cuatro puntos, con lo que el primer trimestre cerraría en doce por ciento y, anualizada, daría alrededor de 48.

Pero esto no es lo peor. Se hicieron públicas mediciones que dan cuenta de que durante la primera semana de abril, se registró una inflación del 1,5 por ciento. Si esto se mantiene, abril podría ser el cuarto mes consecutivo en que la inflación horade la barrera del cuatro por ciento.

En este contexto, en La Rosada saben que aunque la imagen de gobierno sigue manteniéndose dentro de un rango aceptable –sobre todo- en su núcleo duro, la baja expectativa que la Gestión Cambiemos despierta, incluso, dentro de ese mismo segmento, enciende luces de alarma.

Por eso es que, ahí, se espera con entusiasmo que la semana corta termine con Macri anunciando la puesta en marcha de un plan de control de precios que se extendería hasta agosto, es decir, hasta el momento de las Paso.


Abrazo y beso


Después del guiñó explícito que dio el FMI cuando autorizó que el Central salga a jugar en el mercado de divisas local con la subasta diaria, La Rosada tuvo una buena noticia el viernes pasado cuando desde el sector agoexportador abrieron un poquito el chorro, lo que permitió que se liquiden 250 millones de dólares, que permitieron que la divisa estadounidense cerrara levemente a la baja.

Pero esto no es todo. Después de que Christine Lagarde le mojara la oreja a los aspirantes a usar la banda presidencial, fue el turno del director de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU., Mike Pompeo, quien –desde Chile- fue enfático cuando agradeció a Macri por el “arduo trabajo” que hace para “reformar la economía argentina”.

El mensaje es claro: “todavía son nuestra opción Nº1”, parecen decir desde Washington, pero por las dudas juegan algunas fichas dentro del arco opositor.

Con este respaldo, el Gobierno Cambiemos sale a jugar fuerte y, mientras el ministro Dujovne promete a propios y extraños que se va a mantener la estabilidad cambiaria, Macri anuncia un plan con el que esperan evitar la espiralización de la inflación que se registra –sobre todo- en los precios de la canasta básica.

Queda claro que la medida es tan precaria que, de ninguna manera, pretende tener más alcance que el corto plazo y, menos todavía, meterle la mano en el bolsillo a los que vienen obteniendo tasas de rentabilidad más que exageradas desde diciembre de 2015.

En el mejor de los casos, no es otra cosa que un acuerdo de facciones de la misma clase, para establecer una exigua tregua en uno de los segmentos que facilitan la transferencia regresiva de riqueza, sólo para facilitar las chances electorales del esquema de representación política del que participan.

¿Pero de qué va este anuncio? Según pudo saberse la cosa se reducirá a un acotado menú, cuyo el eje será la canasta básica de alimentos, donde prevalecerán segundas y terceras marcas, cuyos precios se mantendrían estables hasta las Paso.

Otro de los puntos del anuncio estaría vinculado a las tarifas. Pero aquí hay que señalar que el gobierno ya concedió a las gasíferas un aumento del quince por ciento –que se arrastra al resto de los servicios- para que se mantenga estable el cuadro hasta agosto, beneficiado por la tarifa plana. El recurso es similar al que empleó durante 2017, antes de las elecciones de medio término. Esa vez, tras el triunfo de Cambiemos, volvió el tarifazo y con creces.

Por su parte, el criterio que se va a adoptar respecto a jubilados y personas que acceden a la AUH, sería el de otorgar mecanismos de descuento que estarían dentro del rango de diez a quince por ciento.

Es que los que firmarían el acuerdo, ya hicieron su colchón con la extrema sobrefacturación que llevó la inflación el primer trimestre al doce por ciento. Los que ahora mismo siguen sobrefacturando a sólo dos días del anuncio mientras negocian los últimos detalles del acuerdo, aumentaron por sobre el diez por ciento el precio de los productos, comparados a una semana atrás.

El dilema del gobierno fue cómo controlar –momentáneamente- los precios de una acotada lista de productos, sin que, en los títulos, aparezca la frase “control de precios”.

Y peor aún: cómo hacer que los precios de la canasta básica alimenticia se morigeren, sin tocar la tasa de ganancia extraordinaria que brindan segmentos clave como servicios públicos, combustibles y agroexportación que están cooptados por miembros de su staff, amigotes y socios de clase.

Este dilema insalvable -si lo hubiera-, es el del capitalismo, del “malo” pero también del “bueno”. Porque el problema no es de riqueza, sino desigualdad.

Romper la lógica que imponen los formadores de precios en un esquema concentrado de proveedores de productos de la canasta básica, sería atentar contra el excesivo margen de rentabilidad que obtienen, algo imposible fuera de una economía planificada y centralizada.

Por eso es que la gauchada que pide el gobierno no va a ser gratuita y los empresarios hace rato que comenzaron a gastar a cuenta.

En este contexto se inscriben las reacciones que durante los últimos días se hicieron públicas desde la Asociación de Supermercados Unidos y la Coordinadora de Industrias Alimenticias, que con Daniel Funes de Rioja a la cabeza, salieron a cuestionar la efectividad de un acuerdo como el que –prematuramente- dejó trascender el gobierno que estaba buscando.

Así las cosas, el recorrido para llegar al anuncio del miércoles fue rocambolesco y todavía puede deparar alguna que otra sorpresa.

Todo comenzó cuando La Rosada deslizó que estaba buscando un acuerdo de precios que, inmediatamente, Macri salió a negar. Pero, tras cartón, apareció Rogelio Frigerio y –con su habitual cintura política- señaló que pretenden un acuerdo pero que esto no implicará congelamiento.

Inmediatamente, al rendir su informe mensual en Diputados, Marcos Peña vociferó que era todo mentira y, poco después, se dio a conocer que el miércoles se hará el anuncio.

El tire y afloje que denota un particular estado de cosas hacia adentro del Gobierno Cambiemos, incluyó un capítulo más de suma tirantez entre el ministro Dante Sica y el subsecretario de Comercio Interior, Ignacio Werner. Como se ve, las mejicaneadas están a la orden del día.

En todo caso y más allá de las controversias que esta medida pueda haber ocasionado entre talibanes y pragmáticos, todos coinciden en que –de ninguna manera- este plan debe ocasionar costo fiscal, ya que el gobierno mantiene como verdad canónica la búsqueda del déficit cero que sigue siendo su carta de legitimación ante el FMI.

Pero lo cierto es que es poco creíble que sea honesto el interés por controlar precios, por parte de quienes bastardearon la aplicación de la Ley de Abastecimiento, destruyeron la capacidad que tenía el Estado para ejercer el poder de policía para hacerlo y desmantelaron la estructura que existía para tal fin.

Es como si César Luis Menotti se pusiera el buzo de DT de Estudiantes de La Plata: difícil que funcione.

Queda claro que –en esencia- lo que vaya a anunciar Macri el miércoles está reñido con su propio ADN, pero no es éste el único talón de Aquiles que tiene la medida.

El principal problema que presenta es que, para que funcione, antes debe hacerlo el paquete que el ejecutivo acordó con el FMI para sostener amesetado el tipo de cambio y eso sí que es más difícil que ver al Flaco sentado en el banco del Pincha (Ver Fondo, inflación...¿y después?).