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Mar, Abr
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Sindical
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Con índices que con claridad exhiben que el salario pierde por goleada contra la inflación, la burocracia vuelve a postergar la realización de una medida de fuerza.

No es la superfinal de la Libertadores, pero en lo que ya es un clásico desde que Mauricio Macri es presidente, la CGT volvió a postergar la decisión de ponerle fecha a un paro general que ya estaba anunciado.

Vale recordar que, esta vez, la fecha que se había dejado trascender era el 27 de noviembre, pero ayer cuando el Consejo Directivo se reunió en la sede de Azopardo 802, se diluyó la postura que -sin mucho convencimiento- llevaban los secretarios generales, Héctor Daer y Carlos Acuña.

Es que, fundamentalmente, los bloques que tributan a Luis Barrionuevo y la Confederación Argentina de Trabajadores de Transporte que comandan Roberto Fernández y Omar Maturano, ya habían mostrado sus reparos a que la central avance en una medida de fuerza.

Pero, por sobre todo, pesa el hecho de que la cúpula cegetista confía el espacio de diálogo que con ellos abrió el ministro la Producción y Trabajo, Dante Sica. Sus esperanzas se centran en que vaya en serio la idea que -demasiadas precisiones- el ejecutivo puso sobre la mesa de operar de anfitrión de un espacio en el que los empresarios se comprometan ante la CGT a congelar despidos.

Si usted piensa que esto se parece mucho a las escenificaciones que La Rosada montó en 2016 y 2017 con la complicidad de la actual cúpula cegetista y algunos que ya no están, no se equivoca.

El “Pacto Social”, como algunos integrantes del Staff Cambiemos se aventuran a llamar a esta iniciativa, es una de las exigencias del FMI que anhela que haya Pax, al menos hasta que se cumpla la fecha de caducidad que tiene el Stand-By que firmó con el ejecutivo.

Pero además de la requisitoria que le impone un producto diseñado bajo las reglas de la obsolescencia programada, La Rosada tiene una meta más inmediata y urgente, ya que intenta por todos los medios, sostener el inestable equilibrio social que el propio ajuste impone, al menos, hasta que se vayan del país quienes asistan a la Cumbre del G-20.

Como se ve, el gobierno vuelve a poner la misma carnada en el anzuelo y todo parece indicar que encuentra una CGT ávida de morder.

 

Evolución salarial

 

Ayer el Indec dio a conocer su informe sobre la evolución salarial, que da cuenta de que en agosto de este año los salarios se recuperaron 2,8 por ciento, lo que significa un acumulado promedio de sólo 21,9 por ciento durante los últimos doce meses, en los que la inflación que el propio organismo oficial reconoce, se catapultó 34,4 por ciento.

Por su parte, los estatales también perdieron y, en la comparación interanual, sus salarios están trece puntos por debajo de la inflación. Esto es, un punto más que sus pares que trabajan en condiciones de formalidad dentro del sector privado.

Pero esto no es todo. Es de esperar que este cuadro de situación va a ser sensiblemente peor cuando estén los datos de septiembre y octubre: la inflación que acepta el Indec para el primero de esos meses es de 6,5 y para octubre, diferentes relevamientos la colocan en el rango de los cuatro a cinco puntos.

En el caso de quienes se desempeñan en condiciones de informalidad, la cosa es todavía más grave, ya que durante los doce meses que van de agosto a agosto, los salarios tuvieron una recuperación de 18 puntos.

Pero más preocupante todavía es que, mientras la inflación se acelera, decrece la curva de la recomposición salarial.

Así, en el segmento de la relación informal, en enero la recuperación salarial interanual fue de 33,9 por ciento, al mes siguiente cayó a 31,7, en marzo 27,8, 25,6 para abril, en mayo 23,3, al tiempo que junio tuvo 21,3, en julio 20,2 y agosto 18 por ciento.

En sintonía con el anzuelo del “Pacto Social” que Sica promete a la CGT, parece poco sólido el “escenario para los próximos meses de recomposición salarial” que el ministro prometió, días atrás, cuando visitó la Comisión de Presupuesto y Hacienda del Senado para defender el Proyecto de Presupuesto 2019.

Ahí, contradiciendo lo que se empeñan en señalar las góndolas, aseveró que “estamos viendo una desaceleración de precios, en especial en alimentos”.

Un relevamiento realizado por el diario Ámbito Financiero, es claro cuando señala que respecto a septiembre, en octubre, los precios de alimentos, productos de higiene personal y limpieza, se incrementaron 5,5 por ciento, lo que los vuelve a colocar por encima del rango de cuatro a cinco puntos en diferentes fuentes privadas.

Con estos datos, el incremento acumulado de los precios en los supermercados -durante los últimos dos meses- registra una escalada de 23,5 por ciento, mientras que en un año se coloca en el cincuenta por ciento.

 

Libre mercado

 

¿Pero entonces qué espera la CGT? Hace poco más de un año el propietario de Mercado Libre, Marcos Galperin, puso negro sobre blanco acerca de lo que intentaría imponer el ejecutivo en diciembre.

“Viendo la reforma laboral brasilera, Argentina puede: imitarla, salirse del Mercosur o resignarse a perder millones de empleos como Brasil”, decía por entonces quien es uno de los principales ejemplos de lo que en La Rosada llaman la “nueva economía”.

Ya con un nuevo -y peor- gobierno en Brasil que promete profundizar la reforma laboral regresiva en la que avanzó Michel Temer, el ejecutivo se apresta a dar otra vuelta de rosca en lo que denomina “modificación de las estructuras laborales”, que no es otra cosa que destruir el cuerpo de normas vigentes para flexibilizar -todavía más- la relación entre los universos de capital y trabajo.

La necesidad de ganar en competitividad respecto al escenario que abrirá la nueva reforma laboral de Brasil, es una oportunidad que el Staff Cambiemos no va a dejar pasar.

“Queremos avanzar en discutir nuevos formatos laborales”, recalcó no hace mucho Sica al dirigirse a los asistentes al Coloquio de Idea y recordó que todavía tienen estado parlamentario los tres proyectos de Ley que -en ese sentido- el ejecutivo envió al Congreso sobre fin de 2017, iniciativas que buscan destruir el cuerpo normativo que rige la relación entre trabajo y capital en Argentina, desde hace más de medio siglo.

Por eso, vale reiterar la necesidad de construir la medida de fuerza, pero sobre todo, de articular un plan a partir de un centro que coordine todas las luchas dispersas porque, inmerso en su crisis, el capitalismo apunta a provocar modificaciones drásticas y medulares del sistema social y económico. Porque, pese a los breves interregnos que pueda presentar, la crisis sólo propone salidas de cada vez más virulencia.