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Vie, Abr
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El FMI, Washington y las rememoranzas del Big Stick. Moreno, paramilitares y una agenda poco original. Portugal dice que hay vida más allá del Fondo.

Al borde de la paranoia, desde Guayaquil, Lenín Moreno, utilizó la cadena nacional de radio y televisión para denunciar que Rafael Correa y “el sátrapa de Maduro” están detrás de lo que denominó “plan de desestabilización” contra su gobierno.

Mientras tanto, confía en que el estado de sitio y el apoyo de EE.UU. le permita avanzar con las reformas regresivas contempladas en el decálogo impuesto por el FMI.

En la misma línea y con idéntica hoja de ruta, Jimmy Morales ejerce la presidencia de Guatemala a fuerza de ampliación tras ampliación del estado de sitio que decretó hace un mes, después de que desactivara la tarea que venía llevando a cabo la Comisión Internacional Contra la Impunidad.

Morales es uno de los primeros mandatarios que rindió tributo a Donald Trump y trasladó su embajada en Israel de Tel-Aviv a Jerusalén.

Como contrapartida, Washington hace la vista gorda a las violaciones a los derechos humanos y la creciente influencia que la narcoindustria adquiere en la esfera estatal de Guatemala que, siguiendo a rajatabla los dictámenes del FMI, se consolida como uno de los tres países con más pobreza y desigualdad de América Latina.   

En ese tándem está junto a Haití que también por estos días es escenario de protestas y movilización popular contra las políticas del Fondo que implementa el gobierno de Jovenel Moise, quien se sostiene en la presidencia por el respaldo que le brinda EE.UU.

 

Factores comunes

 

Los tres casos son emblemáticos y tienen, al menos, dos factores comunes. El decálogo del FMI y el apoyo de Washington que provoca un feroz ajuste que se respalda, en el escenario interno, con creciente represión.

En estos casos nada dicen el titular de la OEA, Luis Almagro, ni otros “abanderados de la democracia” que tanto énfasis ponen a la hora de censurar decisiones de política interna del gobierno de Venezuela, a punto tal que ni siquiera lo reconocen y, en su lugar, hacen lo propio con Juan Guaidó quien, no hace mucho, quedó expuesto cuando se divulgaron fotografías en las que se lo ve junto a dirigentes del grupo paramilitar Los Rastrojos.

Y, si de paramilitares se trata, nadie para hacer la vista gorda como Iván Duque, otro de los predilectos de Washington.

La semana pasada, desde territorio colombiano y con absoluta impunidad, el comando central de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) anunció la creación del Bloque Venezuela, destinado a actuar hacia adentro de las fronteras de ese país.

“Vamos a apoyar a los comandos que ya se encuentran operativos en la República de Venezuela que buscan acabar con los narcoterroristas de las Farc y restaurar el Estado de derecho en la hermana República”, señala AUC en un comunicado sobre el que Almagro y su liga de demócratas nada dijo.

En ese tándem se ubica también la cancillería argentina y su titular, Jorge Faurie, quien insiste en jactarse que “Argentina volvió al mundo”, cuando sólo puede exhibir su cuota-parte del Stand-by con el FMI y el ingreso del país al Grupo de Lima.

Así las cosas, del otro lado del Atlántico, pero aún más lejos del FMI, en Portugal  la elección del domingo pasado ratificó, al menos dos cosas.

La victoria conseguida por el socialismo, avala la postura de António Costa que, como primer ministro, inauguró para su país una vía diferente a la que se impone en la zona euro, alejada de las “recomendaciones” de la troika que, junto al Banco Central y la Comisión Europea, integra el FMI.

Pero esto no es todo. A poco de conocerse el resultado Costa anunció que va a buscar repetir la fórmula de gobierno de coalición que viabilizó esta estrategia socio-económica.

Por eso, ya avanzó en las conversaciones para lograr el compromiso parlamentario de Bloco de Esquerda y el Partido Comunista, fuerza que anticipó su buena predisposición a partir de la inclusión de una agenda propia que -entre otras cosas- contempla miradas superadoras al actual abordaje en aspectos vinculados a los sistemas públicos de salud y educación.