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Vie, Abr
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La ex titular de la Oficina Anticorrupción se la agarró con Cuba. Miseria y solidaridad, cosas que se exhiben en tiempos de Covid-19.

Faltaba casi una década para que naciera Laura Alonso cuando, con la Revolución todavía en pañales, Cuba enviaba su primera misión médica humanitaria, en este caso, a Argelia.

Desde ese momento pueblos de todos los continentes supieron –y saben- que el internacionalismo se expresa en solidaridad activa, cada vez que las brigadas médicas cubanas llegan para asistir allí donde otros ni siquiera quieren meterse, tal como pasó durante 2014 ante la epidemia de ébola desatada en África occidental.

Esto también se expresa en el sistema sanitario de excelencia que, pese al bloqueo impuesto por EE.UU., Cuba logró construir y que está abierto solidariamente a los pueblos del mundo.

Asimismo, becados por el gobierno de Cuba, en la Escuela Latinoamericana de Medicina (Elam) se forman estudiantes de medicina de todo el mundo, dentro de los más altos estándares de rigurosidad y calidad académica.

Esta institución que pergeñó el propio Fidel Castro, formó miles de profesionales de la salud que, de vuelta a sus países de origen, suelen actuar en las zonas más pobres.

Esto también se vio cuando los entonces presidentes Hugo Chávez y Luiz Inácio Lula Da Silva, recurrieron a estas brigadas para atender la salud de aquellos que el mercado había desechado.

Y, durante los días que corren, Cuba asiste a Italia por medio de una brigada integrada por más de medio centenar de profesionales de la salud.

La trayectoria que Cuba tiene en este sentido, tuvo varios reconocimientos por parte de organismos multilaterales. Durante 2017, la 70 Asamblea Mundial de la Salud  de la OMS, se reunió en Ginebra para entregar el Premio de Salud Pública al Contingente Internacional Henry Reeve.

Se trata del contingente internacional de médicos especializados en situaciones de desastre y graves epidemias, que hasta ese momento había movilizado 24 brigadas médicas cubanas en 19 países.

 

Faltaba algo

 

“Si nos faltaba algo, eran los médicos, espías, comisarios cubanos”, dijo ayer Laura Alonso, con el habitual desparpajo que la caracteriza, al referirse al ofrecimiento que hizo Cuba de enviar una brigada médica para colaborar en la lucha contra la pandemia del Covid-19.

Lo de la ex titular de la Oficina Anticorrupción, se inscribe en la misma línea de algunos actos miserables que se vieron durante los últimos días.

Todos, en esencia, hablan de la misma reacción antisocial e individualista que la del tipo que pretendió entrar en el barrio privado con su empleada doméstica metida en el baúl del auto y la del directivo de Vicentín, Gustavo Nardelli, violando la cuarentena a bordo de su yate.

La lista es larga, ninguno de los casos extraña, pero todos duelen.

Pero además de exhibir algunas de las características más criminógeas del capitalismo, desnudan la extrema estupidez de quienes actúan de esta forma.

Todos confunden la impunidad que habitualmente gozan con inmunidad ante un virus que, día a día, exhibe su letalidad.

Cuando ya nadie podía ocultar que la pandemia era un hecho. El premier de Gran Bretania, Boris Jonshon, expresó -y puso en práctica- un particular abordaje de la crisis, que roza la mirada eugenética.

La cosa podría resumirse así: que el Covid-19 haga lo suyo y que los jóvenes formen anticuerpos. Eso sí, en el tendal quedarán adultos mayores y personas con enfermedades preexistentes ¡Ni a Menguele se le hubiera ocurrido mejor!

Claro que esto se pone difícil cuando el adulto mayor que se pega el virus es el príncipe Carlos que, aunque seguramente tendrá cuidados con los que la abrumadora mayoría ni puede soñar, acaba de entrar en zona de riesgo letal.

En la misma línea, personajes como Donald Trump y Jair Bolsonaro, insisten en mantener la idea de que –aquí también- el mercado va a arreglar todo.

Es que el conflicto central que el Covid-19 le plantea al capitalismo, reside en que este virus puede saltar la valla del barrio privado. Entonces, ante esto, poco puede hacer un sistema que en la dinámica que le impone su propia crisis, sólo busca blindar –en todo sentido- cada vez más a los integrantes de la élite.

Es que el capitalismo es -ante todo- una forma social de relacionarse, por lo que para funcione aún con sus horribles motivaciones, necesita de personas concretas.

De ahí que ante una situación como la actual, personajes destacados del universo capitalista y otros marginales como Laura Alonso, sólo puedan mostrar –todavía más- lo despreciables que son.

Lo de Alonso no es ceguera ideológica. Lejos de eso, muestra una parte tan minúscula -como ella misma-, de lo abyecto que es el sistema al que responde con fe ciega.

De otro lado, Cuba, su Revolución y sus médicos siguen haciendo una historia que será recordada como una de las mejores páginas del altruismo que puede tener la humanidad, incluso después de todos hayan olvidado quien fue Laura Alonso.