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Jue, Abr
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Política
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Del UVA al IVA, todo en clave cortoplacista. Deuda y déficit en el ADN del Gobierno Cambiemos ¿Y si les cobran a los que se la llevan con pala? Para entender lo que está pasando, nada como releer a Marx.

“No es una eliminación del IVA”, sino “una baja transitoria en el tiempo de lo que es la tasa que paso de 21 por ciento, a cero”, recalcó el secretario de Comercio Interior, Ignacio Werner, al explicar el DNU que -poco antes- Mauricio Macri había adelantado por redes sociales.

La medida alcanza a aceite de girasol, maíz y mezcla, leche, pan, azúcar, pastas secas, arroz, harinas de trigo, hortalizas y legumbres, yerbas, mate cocido, polenta, rebosador, pan rallado, té, conservas de frutas, huevos y yogurt.

El anuncio señala que no se va a actualizar la línea de créditos UVA y que los precios de los combustibles no recibirán incrementos, todo por tres meses, es decir, hasta las elecciones.

Queda claro que la decisión gubernamental va a contrapelo de todo lo que hizo desde diciembre de 2015 y también que, aún en el caso de que pueda convencer a los formadores de precios para que la respeten, le será difícil hacer lo propio en las góndolas. Es que en menos de cuatro años –y vanagloriándose de ello- hizo polvo todas las herramientas estatales destinadas a controlar precios.

Los formadores de precios de los productos de la canasta básica no son más de seis grupos sumamente concentrados que, a su vez, diversifican su cartera de negocios en otras actividades, fundamentalmente, la financiera.

Esto corre a favor del gobierno que –en ambos rubros- les permitió maximizar su tasa de rentabilidad hasta traspasar todos los límites que se propusieron.

A los que hicieron ese formidable colchón, ahora La Rosada les habla desde el corazón de clase. Habrá que ver si, esta vez, no vuelven a responderle con el bolsillo. Para más información, el Staff Cambiemos puede preguntarle a sus socios radicales.

 

Escenario

 

Pero de todas maneras ¿cuál es el mejor escenario que puede esperarse? Estabilizar el precio de góndola es clave para quienes, dentro del Gobierno Cambiemos, saben que la democracia liberal burguesa da revancha y siempre reserva un lugar para la derecha.

Así, lejos de las bravuconadas de Carrió y el Ala Gurka que encabeza el propio Mauricio Macri, en los espacios donde –todavía- prima la sensatez, saben que la situación puede terminar en un Pennsylvania Three Mile Island, pero también en un Chernobyl.

Por eso este nuevo capítulo de la reculada en chancletas que caracteriza a La Rosada, desde que tuvo que comenzar a masticar el resultado de las Paso.

¿Pero si todo sale como anunciaron, cuál es el impacto real que pueden tener las medidas? La respuesta surge con un breve repaso de la evolución que tuvieron -desde que asumió Macri- los precios de algunos de los componentes de la canasta básica contemplados por el DNU.

Un trabajo llevado a cabo por Focus Market con el cierre de precios promedio de mayo de este año -antes de la megadevaluación-, da cuenta de que el precio del litro y medio de aceite de girasol había subido hasta entonces un 302 por ciento; al tiempo que la variación ascendente en el caso de la leche entera fluida fue de 318 por ciento.

Algo similar se presenta en el caso del azúcar, cuyo precio se incrementó un 202 por ciento de diciembre de 2015 a mayo de este año, un panorama parecido al que presenta el de la yerba: el paquete de 500 gramos trepó un 159 por ciento.

Otro de los precios que más incide en esta canasta es el del pan que, empujado por el de la harina, se catapultó alrededor del 360 por ciento durante la Presidencia Macri, según revela el Instituto Estadístico de la Ciudad de Buenos Aires.

Y, si se toman datos del Indec, el precio de la carne bovina –que el DNU excluye- se había incrementado hasta abril de este año cerca del 230 por ciento promedio.

Todo esto con un telón de fondo en el que aparece un tarifazo que durante los tres años iniciales del Gobierno Cambiemos, escaló al 2.338 por ciento.

Pero como para echarle más leña al fuego, desde que Cambiemos se instaló en La Rosada, de acuerdo al último dato suministrado por el Índice de Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables (Ripte), el ingreso promedio de los trabajadores registrados cayó 15,6.

 

Data que asusta

 

Cualquier paliativo es bienvenido, más aún cuando el bolsillo de los sectores populares -y aún el de los medios- es agredido como pocas veces antes por la megadevaluación que propició el Gobierno Cambiemos.

Pero es prudente señalar que el DNU de ayer, es tan superficial como lo que Macri había anunciado un día antes y, como aquello, sus efectos difícilmente se vean en lo inmediato.

Tras las Paso estallaron las variables que tenían que estallar, tarde o temprano y como consecuencia de la propia estrategia gubernamental.

En medio del maremágnum que esto provocó, el Indec dio a conocer su medición de la inflación de julio. El 2,2 por ciento que anunció, parece prehistoria a la luz del no menos de 64 por ciento que ya se adelanta para cerrar 2019.

En este escenario, las medidas anunciadas el miércoles y ayer, buscan evitar que la inflación se siga espiralizando, con la esperanza de llegar a octubre con un amesetamiento que no podrá ser menos que un altiplano.

Pero también, el gobierno pretende que los productos vuelvan a tener precio en las góndolas y se evite una ruptura en las cadenas de abastecimiento y pagos que ya se comenzó a dar y, si se profundiza, podría ser letal para las aspiraciones de aquellos del staff que todavía pueden salvar la ropa.

De acuerdo al relevamiento de la consultora Nielsen, en julio –antes de la megadevaluación- la caída del consumo masivo siguió retrocediendo y fue de 11,4 por ciento promedio de todo el país, al tiempo que en productos como los del rubro de lácteos, la retracción alcanzó al 17,9.

En este contexto, los sectores que concentran la producción de alimentos van a tener que ajustarse poco y nada, ya que -en realidad- de lo que va todo este paquete de medidas, no es de una baja de precios, sino de impuestos.

Y es aquí donde hay que señalar que el impacto fiscal de alrededor de sesenta mil millones que podrían tener estas medidas, se suma al déficit que provocó la Presidencia Macri que nunca se preocupó por gravar impositivamente a aquellos que tienen mayor capacidad contributiva y sólo cargó contra los más débiles.

En la misma línea, ahora el ejecutivo asevera que se podrá relativizar este impacto mediante “reasignación de partidas presupuestarias de programas no prioritarios”.

Habrá que ver dónde recorta esta vez, pero queda claro que no va a ser sobre el universo del capital, ya que ninguna de las medidas anunciadas siquiera roza al complejo productor de alimentos, y mucho menos a otros sectores que desde diciembre de 2015 maximizaron su tasa de rentabilidad más allá de los límites de la cordura, como el sector energético, el agroexportador y el financiero.

 

Así es el capitalismo

 

Está claro que esta situación es una consecuencia necesaria de la feroz transferencia regresiva de riqueza que –entre otras cosas- vino a perpetrar la clase social que se hizo del gobierno a partir de diciembre de 2015.

Y que para profundizar y acelerar ese proceso, se valió –entre otras- de dos herramientas clave: déficit público y sobrendeudamiento estatal que alimentan la ronda de negocios que tiene su eje principal en la financierización de todos los aspectos de la economía.

Por eso, tiene todavía más relevancia subrayar que cualquier alternativa a lo hecho hasta ahora y los manotazos de ahogado de las últimas jornadas, debe plantearse una mirada diferente sobre estos dos tópicos.

El establecimiento de gravámenes sobre las transacciones financieras acordes a su tasa de ganancia, sigue siendo un tabú a escala global y -por supuesto- para una formación estatal capitalista de segundo orden como Argentina.

Un informe del Banco Internacional de Pagos, da cuenta de que -con una mirada conservadora- el volumen total de transacciones financieras en el mundo supera los doce mil billones de dólares. Y señala que con una tasa anual del 0,2 por ciento de todas las transacciones financieras, alcanzaría para financiar el gasto público global.

Este dato ayuda a comprender de qué va “el mundo” en el que tanto se empeñó meternos el Gobierno Cambiemos que, en menos de cuatro años, construyó un escenario en el que el Estado no puede generar ingresos mínimos que le permitan recaudar para organizar la vida económica y, al menos, paliar los desequilibrios, desigualdad e injusticia que necesariamente provoca el capitalismo.

Y es aquí donde vuelve a destruirse otro de los mitos fundantes del capitalismo, aquel que argumenta que el sistema económico es capaz de autorregularse para recobrar equilibrio cuando la crisis lo conmociona.

Pero no sólo ese mito, también el que indica que estas recurrentes crisis, son consecuencia de comportamientos inadecuados de los agentes económicos.

Para los “neoliberales” la culpa la tiene la intervención estatal (del Estado Liberal Burgués) o la de los trabajadores sindicalizados; mientras que los keynesianos dirán que el problema son banqueros y empresarios “demasiado” codiciosos y borrachos por la liberalización de la industria del crédito que –desde esa mirada- deschavetó al universo de las finanzas.

Pero lejos de estas caracterizaciones y mitos, la situación que atraviesa hoy Argentina –su carácter periódico y recurrente- se explica, como sostuvo Carlos Marx, a partir de la comprensión de que la crisis es un fenómeno que responde a la dinámica propia del capitalismo, ya que surge de las contradicciones inherentes al proceso de acumulación capitalista y se explica por los propios fundamentos del capital.

Por eso está claro que la transitoriedad de la eliminación del IVA a algunos productos, se hace extensiva a todas las medidas que tomó y va a tomar el ejecutivo. Porque el problema no es el Aconcagua, es el capitalismo.