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Mar, Abr
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Política
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Más de veinte asesinatos se registraron en lo que va del año. Marcelo Saín, secretario de seguridad de la provincia, señaló ante los medios que "hay un proceso criminal de desestabilización política". El protagonista es el narcotráfico: un problema estructural.

Santa Fe comenzó el 2020 con una ola de homicidios que dejó una tasa de 21 asesinatos en lo que va del año. Ante estos hechos, el secretario de seguridad Marcelo Saín señaló ante la prensa la existencia de "un proceso criminal de desestabilización política en Santa Fe".

Uno de los ataques más paradigmáticos de estos días es el perpetrado en el casino City Center de Rosario, que se le adjudica a la banda narco “Los Monos”.

En ese hecho fue asesinado Enrique Encino, gerente del Banco Nación de Las Parejas, ultimado por una de las siete balas perdidas cuando estaba en el balcón del casino, donde había salido para fumar un cigarrillo.

La criminalidad de acto es contundente: queda claro que tiraron a matar a quien se interpusiera en el camino.

Luego del asesinato, el diputado del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, enfatizó en los medios que "esto tiene que ver con bandas narcopoliciales que tienen zonas liberadas".

Y fue claro al señalar que “los hechos no dan lugar para muchas más conjeturas”, ya que “se producen los desplazamientos de estos 42 jefes policiales, la intervención de la Unidad 17 de San Lorenzo, que es una de las zonas por donde más dinero pasa en la Argentina porque es por donde más droga ingresa según determinó la DEA y eso genera mucho nerviosismo en distintos sectores”.

Por lo que sin dudarlo recalcó que “esa tensión se vio reflejada en el asesinato de este fin de semana".

 

Santa Fe: un Estado narcopolicial

 

La droga es un negocio que apareció a finales de la década del 70 con los acuerdos entre las dictaduras de Bolivia y la Argentina. En 1978 llegó el primer cargamento de la zona franca de Bolivia y a partir de allí se establecieron dos rutas vigentes hasta hoy: la de cocaína desde Bolivia y la de marihuana en el Paraná.

Años más tarde, en un contexto de múltiples privatizaciones, se le entregó el Banco de la Provincia de Santa Fe a los hermanos Rohm, quienes fueron procesados por lavado de dinero del narcotráfico. También se privatizó el puerto de Rosario. En esos años la DEA catalogó como "zona roja" a los puertos de San Lorenzo, San Martín y Rosario.

Uno de los actores más imbricados con el desarrollo de este narconegocio son las fuerzas represivas. El socialismo de derecha  de Santa Fe encabezó una política que convirtió en un ente autónomo a la Policía, que se vinculó cada vez más con el narcotráfico.

En 2012, la Policía de Seguridad Aeroportuaria realizó una investigación sobre las redes de narcotráfico en la Provincia de Santa Fe, en la que se descubrió que la policía provincial custodiaba la red de distribución de la droga.

El narco penetra en una provincia en la que los índices de desigualdad superan los nacionales: la pobreza infantil en el Gran Rosario llega al 56 por ciento. Hoy Rosario posee más de mil quinientos búnkers de producción de droga que tienen a muchos jóvenes trabajando en condiciones esclavas.

Está claro que para realizar un cambio de estructura hay un limitante que son los puertos privados: un área a la que el Estado no puede acceder, en la que se exporta droga y que desde la década del noventa está en manos privadas.

Hoy se tiene una fuerza represiva que funciona al servicio del narco y que encarcela a jóvenes que solo son masa de maniobra para quienes sostienen el negocio, por lo que una reestructuración de la misma también es un aspecto central.

 

 

Cuando manda el capital

 

¿Pero de qué va todo esto? Para definirlo hay que recordar que aquí estamos hablando de un producto que, aunque ilegal, necesita del mercado y por lo tanto responde inexorablemente a las relaciones que impone el capital.

Y, en esto, es imposible que dejen de estar involucrados la narcoindustria, pero también el propio Estado Liberal Burgués (ELB), por medio las fuerzas policiales y estructuras gubernamentales a las que responden.

¿Entonces, puede sorprender que el ELB que por definición está imbricado con el poder corporativo, evite la tentación de imbricarse con esta corporación que -a escala global- figura entre las de mayor tasa de rentabilidad?

Entonces, reflexionar sobre esta problemática, necesariamente debe llevar a cuestionar las propias relaciones que establece el capital que, como en todos los casos, maximiza tasa de rentabilidad para muy pocos y deja un tendal de horror y muerte para muchos.