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Vie, Abr
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Política
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La OMS es cautamente optimista. Tres desarrollos pican en punta, pero sólo el de la República Popular China asegura que “la ofreceremos como un bien público mundial”.

Al cierre de esta edición y con un registro que señala que se superaron los 10,6 millones de casos con más de 516 mil muertos a escala global, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anuncia que para finales de año se podría producir “cientos de millones de dosis de vacunas contra el Covid-19”.
El optimismo de la OMS se basa en los adelantos hechos en desarrollos en los sectores privado y público, básicamente, en la República Popular China (RPCh), Gran Bretaña y EE.UU., que lideran la carrera que incluye a 183 equipos internacionales que trabajan en proyectos de vacuna.
Al respecto, la RPCh ya aprobó una vacuna que es sometida a estudios en la primera y segunda fase, por lo que la OMS estima que podría estar lista para uso masivo en un año.
Por ahora la vacuna desarrollada por el Instituto Científico Militar y la compañía biofarmacéutica china CanSino Biologics, va a ser utilizada en personal del Ejército Popular de Liberación. Y, para una fase posterior se espera que se amplíe su aplicación, tras una segunda evaluación por parte del departamento de Apoyo Logístico de la Comisión Militar Central.
“Si la vacuna china se puede aplicar después de que se haya desarrollado y probado clínicamente, implementaremos seriamente la promesa hecha por el presidente Xi Jinping y la ofreceremos como un bien público mundial” resaltó el ministro de Ciencia y Tecnología, Wang Zhigang.
Por su parte, la farmacéutica AstraZeneca con sede en Gran Bretaña, ya está llevando adelante pruebas clínicas sobre treinta mil voluntarios, con la perspectiva de producir hasta cuatrocientas millones de dosis a partir de finales de 2020.
Y el laboratorio estadounidense Pfizer, asociado a su par de Alemania BioNTech, anunciaron resultados positivos en los ensayos que hace en humanos con la vacuna en la que están trabajando.
En este contexto, la OMS recalcó que el desafío es que se puedan articular los diferentes desarrollos para garantizar que la vacuna esté lo antes posible y, sobre todo, que pueda ser accesible para todos.

Derecho a la vida

¿Pero hasta dónde será posible sustraer vacunas y tratamientos terapéuticos de la dinámica que impone el mercado? Un indicio lo puede dar algo que está pasando alrededor de uno de los fármacos que se utilizan para tratar a personas que contrajeron Covid-19.
El Gobierno de EE.UU. adquirió prácticamente todas las existencias mundiales de remdesivir, tal como lo anunció días atrás el Departamento de Salud y Servicios Sociales de este país.
Aquí vale citar que EE.UU. es el país más afectado por la pandemia con más de 2.636.000 casos positivos y una cifra que supera las 127.400 muertes, según datos de la Universidad Johns Hopkins.
Con este telón de fondo, Washington pone sus fichas al remdesivir, fármaco que en principio fue desarrollado para tratar el ébola y es producido exclusivamente por el gigante farmacéutico estadounidense Gilead Sciences. Su precio por tratamiento de seis dosis, asciende a 3.200 dólares.
Otro fármaco que hasta ahora exhibe efectividad contra el Covid-19 es la dexametasona, cuya producción es más barata y su disponibilidad es superior.
Así las cosas, la OMS advierte que se precisan 31.300 millones de dólares para garantizar una estrategia global que permita testear, la creación de vacunas y tratamientos contra el coronavirus.
El programa de la OMS que busca garantizar esta estrategia es la iniciativa ACT Accelerator que, hasta ahora, recibió sólo 3.400 millones de dólares.
Cabe recordar que a fines de mayo, Donald Trump anunció que su país “ha dado por concluida su relación con la OMS”, algo que se acaba de concretarse, significaría la pérdida del diez por ciento de los ingresos que tiene este organismo multilateral.
A escala mundial, la industria farmacéutica es una de las más monopolizadas, ya que sólo 25 corporaciones se quedan con la mitad de las ventas.
Además tiene una facturación anual de alrededor de mil billones de dólares, esto es, el 1,3 por ciento del PBI global y, por cada dólar que invierte para fabricar medicamentos, tiene un reembolso de mil.
Asimismo, su actividad se imbrica con la industria química, biotecnológica y agroquímica, entre otros desarrollos.
Contra estos jugadores globales es que se plantea, a veces, la lucha de formaciones estatales que pretenden garantizar la elaboración de medicamentos genéricos y plantear la necesidad de la eliminación de las patentes.
Por su lado, en Argentina la industria farmacéutica está entre los grandes ganadores, ya que durante la última década mantuvo un promedio de rentabilidad de alrededor del treinta por ciento. Esto se potenció durante los últimos cuatro años, cuando pese a la drástica caída que registraban otros sectores, su facturación trepó a casi veinte mil millones de dólares.
¿Qué quiere decir todo esto? Que lo que se plantea ahora con el desarrollo y posterior distribución de vacunas y terapéuticas para combatir el Covid-19, es si el mercado como realización del capital, se va a priorizar por encima del derecho a la salud y, por supuesto, a la vida.