Política
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Una Ciudad de dos plantas. La Villa 31 y el drama de no poder lavarse las manos en tiempos de Covid-19.

“Exigimos que se garantice el acceso al agua potable y se garanticen las medidas de higiene y sanitarias requeridas para evitar la propagación del dengue y el Covid-19”, demandó la Liga Argentina por los Derechos Humanos (Ladh) al referirse a la situación que atraviesan los barrios populares.
La Liga apuntó al jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta y a “su plan urbano de exclusión y empobrecimiento”, a quien responsabiliza por el deterioro que padece la calidad de vida de quienes viven en esas barriadas en el contexto de las condiciones que impone la pandemia.
En esta dirección, la Ladh exigió que se aumenten las raciones destinadas a comedores y merenderos populares, que se suspendan las demoliciones de las casas ubicadas en el sector ubicado bajo la autopista, en la Villa 31, y que se suspendan las relocalizaciones, “que es el engañoso ropaje con el que se presentan los desalojos en el barrio”.
Al cierre de esta edición se habían confirmado veinte casos de Covid-19 en la Villa 31, donde además muchos vecinos llevan varios meses sin agua a lo que se suma que, con la tormenta del lunes pasado, muchas manzanas quedaron sin luz.
Y sin dudarlo hizo hincapié en que “la salida es colectiva y solidaria”, pero también en que “la vivienda digna es un derecho humano que debe garantizar el Estado”.

Resistencia

Alrededor de sesenta mil personas viven en la Villa 31, sobre todo, trabajadores informales, de la economía popular y desempleados.
Como las otras villas de la Ciudad, este barrio, “es un ejemplo de resistencia y lucha” señala la Ladh y recuerda que “se organiza y denuncia los atropellos sistemáticos del plan de reurbanización”.
Y añade que, en este contexto, “se suma la pandemia y los cuidados exigidos por la cuarentena, lo que agrava toda la situación de embate represivo en clave urbanística contra la identidad y existencia misma de este barrio y sus habitantes” que, destacó, “buscan desalentar sus lazos de solidaridad y organización”.
Asimismo, pone de relieve que, organizados por los vecinos, funcionan alrededor de 63 comedores y merenderos populares, de ellos 42 carecen de asistencia estatal.
Tras lo que advierte que, “las villas, territorios de excepción siempre, hoy parecen tan invisibles al Gobierno de la Ciudad”, a punto tal que “las medidas sanitarias y los derechos humanos quedan en la entrada al barrio, mientras adentro reina la más absoluta privación”.

“Iba a pasar”

“Esto iba a pasar, porque las condiciones de hacinamiento en algunos lugares es muy grave, aún más si no hay agua”, señaló Martin Peñalva, responsable político del PC Villa 31 y recordó que una de los que primero se enfermó, vivía en una casa donde trece personas compartían un baño.
Esto habla asimismo de los límites que presenta el aislamiento comunitario cuando debe hacerse en condiciones de hacinamiento. “Lo que pasa ahora era esperable, porque en estas condiciones es imposible pasar todo el día adentro”, recalcó Peñalva y recordó que “lo del agua es un tema recurrente en la 31, desde hace cinco días que las manzanas estaban sin agua y, en este contexto, no tener agua vuelve imposible lavarse las manos que es una medida fundamental contra el Covid-19”.
Además, remarcó que “la gente tiene que salir a trabajar en muchos y a buscarse la vida como puede”, tras lo que hizo hincapié en que “las condiciones económicas ya eran graves con los cuatro años de macrismo y esta crisis las ha empeorado”
De todos modos, valoró positivamente el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) que implementó el gobierno nacional. Sin embargo, advirtió que “se tiene que efectivizar porque hay familias que no lo cobraron, sobre todo las que no tenían la cuenta de la Asignación Universal por Hijo”.
Por otro lado, fue contundente cuando dijo que “para quedarse en casa, hay que garantizar un plato de comida a todas las personas y la demanda creció un montón en los comedores”.
Y, al respecto, denunció que la respuesta que da el ejecutivo de la Ciudad es escasa. “Hicimos un relevamiento con el Comité de crisis que se conformó y de cincuenta merenderos solo veinte reciben algún tipo de asistencia y, durante el último tiempo, ayudaron solo a ocho, además lo que dieron es una vergüenza que no alcanza para cubrir ni un día”.