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Mié, Abr
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Política
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Se la siguieron llevando con pala, Los que ya eran muy ricos, ganaron todavía más en medio de la pandemia. Todo, mientras alrededor de quinientos millones de personas, fueron empujadas a la pobreza.

Los ricos más ricos del mundo, se volvieron todavía más ricos después de nueve meses de pandemia. Esto que parece un trabalenguas no es otra cosa que el resultado del Informe Anual 2020 sobre desigualdad publicado por Oxfam International.

El trabajo da cuenta de que los poseedores de las mil mayores fortunas del globo, tuvieron un crecimiento patrimonial que, en conjunto, alcanza a los 3,9 billones de dólares, entre marzo y diciembre de ese año.

¿Pero qué pasa del otro lado de la moneda? El estudio de Oxfam hace hincapié en que las personas más pobres del planeta, van a necesitar más de diez años para recuperar el nivel de vida que tenían antes de la irrupción del Covid-19 que –vale recalcarlo- era bastante paupérrimo.

¿Pero acaso será esta nueva vuelta de rosca en el aumento de la desigualdad una consecuencia necesaria de la pandemia? ¿Fue imposible de evitar que el coronavirus tuviera un impacto tan profundamente asimétrico entre quienes ya eran ricos y los que ya eran pobres?

El análisis del relevamiento que hizo Oxfam aclara algo de estas preguntas. Ahí se revela que en lo que va de la pandemia el incremento de la desigualdad económica fue simultáneo en casi todos los países, pero asimismo que los poseedores de grandes fortunas aprovecharon las medidas de estímulo estatal que en muchos casos fueron dispuestas en ese contexto. Y que lo hicieron para sostener su tasa de rentabilidad y, eventualmente, compensar pérdidas que registraron en los mercados bursátiles.

Pero mientras la clase capitalista se la seguía llevando con pala, en lo que va de pandemia, alrededor de quinientos millones de personas, fueron empujadas a la pobreza según advierte un informe de la ONU. Y un trabajo del Banco Mundial da cuenta que durante ese período, fueron sesenta millones las personas que acabaron en la indigencia.

Entonces, ricos más ricos, más pobres más pobres y formaciones estatales que en medio de una situación extrema como la de la pandemia, persisten en asistir con recursos públicos –directa o indirectamente- al universo del capital.

Como se ve, incluso en pandemia, como sistema-mundo el capitalismo impone sus condiciones y hace valer el carácter simbiótico existente entre el Estado Liberal Burgués y el poder corporativo empresarial, a la hora de avanzar en el diseño que –espera- prevalezca en la post-pandemia.

 

Desigualdad

 

¿Pero habrá que naturalizar todo esto? “Salud o economía”, “libertad individual vs. salud pública”, son algunos de los mitos que -durante la pandemia- se amplificaron para apuntalar los mecanismos que, entre otras cosas, hicieron posible que los más ricos ganaran mucho, mientras el resto perdía mucho.

Así las cosas, en este correr hacia delante que lo caracteriza, el capitalismo vuelve a exhibir que es muy eficiente a la hora de superar sus propios límites, que la pandemia desnudó como pocas veces.

El cuidado de la salud por medio de mecanismos de aislamiento y distanciamiento social, pusieron en cuestión al proceso vital de reproducción del capitalismo que, desde hace rato, se basa crecientemente en la producción de dinero por medio de renta financiera y sus derivados, así como por el consumismo de mercancías inútiles.

Si se hubieran sostenido en el tiempo, las restricciones que imponía el cuidado de la salud pública, hubiesen salvado muchas vidas, pero asimismo llevaban a un paréntesis en el proceso de mercantilización. Esto explica la feroz campaña global que se lanzó contra esa estrategia de abordaje de la pandemia.

Es que si sólo se habilita la fabricación, circulación y venta de cosas indispensables, se altera el proceso de producción, circulación y realización del capital en el mercado, algo que resulta inadmisible para un sistema que transforma todo en mercancía, incluidas –y fundamentalmente- las relaciones humanas.

Pero el universo del capital tenía con qué aguantar la pandemia, tal como se desprende de los propios balances de las corporaciones líderes del mundo, lo que incluye al mercado financiero en todas sus variantes que van desde la banca que atiende por ventanilla, hasta los que desde hace décadas vienen disfrutando de los beneficios de la rentabilidad de derivados de derivados, la adquisición de deuda estatal y las cloacas fiscales.

La imposición de tasas internacionales que graven -con severidad- al flujo financiero transnacional y a la actividad de los paraísos fiscales, pudo ser una medida viable que respete los límites del propio sistema capitalista. Pero nada parecido se hizo.

Estimaciones moderadas señalan que cada día circulan entre 1,5 y dos billones de dólares en operaciones de movimientos de capital que implican transferencias financieras que sólo persiguen la rentabilidad proveniente de la diferencia de precios o de cotizaciones, y que nada tienen que ver con la inversión productiva.

Así las cosas, el crecimiento de la desigualdad durante la pandemia se sustentó en un discurso basado en mitos. Uno de ellos es el que plantea que quienes se quedan con la parte del león (¡y también con el león!), lo hacen porque son innovadores y más competitivos que el resto de los mortales y que, por lo tanto, su aporte tiene un impacto positivo en términos de generación de empleo y crecimiento económico, lo que los volvería indispensables.

“Emprendedurismo y meritocracia” son algunos términos con los que en nuestro país, se machacó y se sigue machacando para intentar instalar aquello del “cambio cultural” que prometió el Gobierno Cambiemos.

Queda claro qué resultado que dejó el paso de los meritócratas por La Rosada ¿Pero será acaso que esos tipos son una excepción dentro del panorama global?

Un trabajo del economista estadounidense Robert Reich, señala que el origen de las fortunas más importante del planeta tiene poco que ver con la capacidad innovadora y mérito de sus poseedores. Lejos de eso, se vincula a herencias y condiciones de mercado, que ellos mismo reproducen, para destrozar cualquier posibilidad de competencia. Y también para obtener posiciones e información privilegiada, algo que se ve facilitado por el carácter simbiótico que sus propios intereses tienen con el Estado Liberal Burgués.