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Comienza la campaña por la honra de Lula -  El autor de esta columna José Reinaldo Carvalho, es periodista, editor de Resistencia y director del Centro Brasilero de Lucha por la Paz y la Solidaridad entre los Pueblos.

En las condiciones atípicas en que Brasil está viviendo, bajo el régimen de golpe de Estado, la lucha electoral se desarrolla en condiciones especiales.

Todo lo hecho hasta ahora no ha pasado de pre-campaña. La campaña comienza hoy luego de la proclamación, por el Presidente Lula, de la candidatura de Fernando Haddad como su representante en las calles, en la radio, en la TV y en la urna electrónica.

Con el anuncio en la tarde de este martes, 11 de septiembre, de que Haddad y Lula, comienzan a hacer valer, desde el punto de vista de las fuerzas democráticas, populares y progresistas, la campaña por la conquista de la quinta victoria electoral consecutiva.

Algo incontrastable e innegociable para las fuerzas progresistas es la vigorosa denuncia de que, de partida, estamos en una campaña electoral viciada, fraudulenta, en tanto se desenvuelve de  aquí en adelante  a partir de una violencia, un acto arbitrario, un golpe de mano, un descarado robo, una violación de la Constitución y demás leyes, un atentado contra el régimen democrático y la soberanía popular, un ataque a los derechos del pueblo.

Esto es que se mantiene en prisión a Lula y su interdicción como candidato. Será necesario recordarlo siempre: se ha cometido un crimen contra la democracia y, como tal,  un día los que lo han perpetrado tendrán que responder, si no ante las instituciones, ante la Historia, con mayúscula y que dice respecto a la lucha del pueblo por sus derechos y emancipación. Para bien o para mal, ya tenemos el 11 de septiembre brasilero.

Por si sola la interdicción de Lula ya sería un hecho suficiente para demostrar la gravedad de la situación del país. Cae en un craso error quien pretenda escamotearlo, es una vanidad imaginar que el pueblo no tiene percepción ni memoria.

 Pero, el cuadro político nacional se revela aun más complejo y peligroso cuando se constata que al consorcio golpista formado por la mayoría parlamentaria de 2016, sectores dominantes del Ministerio Público, Policía Federal, Poder Judicial y los medios monopolizados, se agregan las Fuerzas Armadas. Salvo dignísimas y heroicas excepciones individuales en la historia, las Fuerzas Armadas brasileras, bajo el manto de un conveniente –y por lo tanto claudicante- “nacionalismo”, cristalizaron el conservadurismo en su ideología y orientación política, que las conduce, en los momentos cruciales de los conflictos, a optar por la represión contra la libertad, por los intereses de las clases dominantes y del imperialismo contra el pueblo.

No pueden las fuerzas progresistas silenciarse ante la amenaza castrense. No se trata de romper puentes ni de cerrar el diálogo entre instituciones, pero la pasividad de cara a las amenazas golpistas se identifica más con la cobardía que con la prudencia. Por eso, merece la solidaridad la nota del Partido de los Trabajadores del último domingo (9) y las declaraciones del diputado Damous. La defensa de la democracia es innegociable.

Es falsa la disyuntiva “radicalidad- amplitud”, invocada como resguardo a una estrategia y táctica de capitulación y conveniente para los sectores de las clases dominantes que se venden como “centristas”. El realismo político impone que se perciba como algo inherente a las circunstancias objetivas la polarización del país entre golpistas y progresistas, entre el proyecto democrático, popular, patriótico, progresista, de un lado, y el proyecto antidemocrático, antipopular y entreguista, del otro.

Desde el día siguiente al golpe estaba claro que en el espectro político esta polarización se expresaba entre las fuerzas agrupadas en torno a Lula y del lado opuesto las alineadas con los intereses que llevaron a la violación del orden democrático el 17 de abril de 2016.

Cuando el régimen golpista y los partidos que se aliaron con éste, intensificaban lo0s ataques a los derechos del pueblo, la democracia y la soberanía nacional, agravando la crisis del país, más la población se les oponía, aglutinándose en torno a la pre candidatura de Lula a la presidencia de la República. Más que nadie, las astutas clases dominantes reaccionarias percibieron el fenómeno. Por eso, arremetieron furibundamente contra Lula, llevándolo al encarcelamiento y a la impugnación de su candidatura.

Fue, así, correcta la orientación de Lula de afirmarse como pre candidato hasta las últimas consecuencias políticas y a los últimos recursos judiciales. Erraron quienes se opusieron, dividieron el frente amplio, recorrieron falsos atajos. Erraron quienes dijeron que el “ciclo Lula” estaba agotado y que ni siquiera habría conmoción alguna con su prisión e impugnación. El pueblo, en su sabiduría, expresó su conmoción –y hasta su ira sagrada silenciosamente (no obstante), indicando preferencia de voto por Lula, como lo atestiguan los sondeos electorales. Continuará expresando el mismo sentimiento y las mismas convicciones votando la fórmula Haddad-Manuela, llevándola a la segunda vuelta y conquistando por quinta vez consecutiva la presidencia de la República.

La polarización se acentúa y es a ella que se debe apostar. La fórmula de Lula –Haddad presidente, Manuela vice- fórmula de unidad popular entre el PT y el PCdoB, es el polo en torno al cual objetivamente convergerán las fuerzas progresistas del país. Del otro lado, las fuerzas golpistas, el país del atraso, de la dictadura, de las injusticias, del entreguismo, de la política de hambre y miseria para el pueblo.

La campaña que comienza este 11 de septiembre brasilero, de cortísima duración, exigirá tensión y movilización totalñes. La tendencia diseñada es la victoria de las fuerzas progresistas, con la elección de Haddad presidente de la República, siempre que no se cometan errores graves.

Pero estas fuerzas tendencialmente victoriosas, no deben tener una ilusión: con las artimañas, maniobras y amenazas del enemigo, que seguramente no va a descansar. Cuando las Fuerzas Armadas se asocian al consorcio golpista, todo puede pasar. Pero no es con derrotismo y conciliación que se construyen las victorias. La lucha es el elemento de la izquierda. Es lo que enseña el sacrificio de Lula. Por su honra es necesario luchar y vencer.