Los resultados de las elecciones parlamentarias reafirmaron la demanda de construir una alternativa política que, en medio de la bancarrota en la que se encuentra nuestro país, pueda abrirle paso a la esperanza de un pueblo golpeado, que desde hace más de una década viene padeciendo el deterioro permanente de sus ingresos y hoy se enfrenta a un ajuste feroz. La sumisión del gobierno de Javier Milei al imperialismo yanqui es superior a la que mostrara cualquier otro gobierno cipayo a lo largo de la historia argentina. Para que la tortilla se vuelva, el 2026 tendrá que estar marcado por el debate de ideas y la construcción programática al calor plebeyo de la lucha en unidad. O sobrevendrán nuevas y más duras derrotas.
La intromisión directa del gobierno estadounidense en la campaña electoral, aunque no haya sido la única razón para explicar los sorpresivos números de octubre, fue determinante para el triunfo del oficialismo. La reacción de los votos a la amenaza de Donald Trump de negar la “ayuda” del Tesoro estadounidense si los candidatos de La Libertad Avanza no se imponían en las urnas demuestra cómo la ideología dominante se afianza como sentido común. Esto nos exige vincular con más fuerza, y con el antiimperialismo como puente, las reivindicaciones sectoriales y la lucha política en desarrollo a la batalla cultural. Una batalla que, en representación de los poderes fácticos, el gobierno fogonea permanentemente para intentar legitimar su plan de ajuste, entrega y represión y consolidar esta nueva fase de dependencia como proyecto hegemónico de largo alcance.
Ni la intensidad del ajuste y del saqueo ejecutados, ni el avasallamiento de derechos y la saña represiva en que se enmarcó, ni los escándalos de corrupción o los vínculos con el narcotráfico ni el nuevo ciclo de endeudamiento lograron impedir el triunfo electoral del mileísmo en los comicios nacionales de medio término. Si en 2023 ya hablábamos del carácter cultural que tenía aquella derrota electoral que consagró a Milei como presidente, a la luz de los hechos podríamos decir que tal carácter se vio aún más reflejado en esta derrota del último 26 de octubre. En el escenario dado queda de relieve la importancia política de la lucha ideológica y la tarea de ir sembrando, en cada conflicto, un cambio profundo en la subjetividad social para modificar la correlación de fuerzas y transformar la realidad material que nos oprime.
El balance de los dos primeros años de gestión de una administración neofascista, neocolonial y ultraliberal resulta catastrófico para los bolsillos de las grandes mayorías. El sueldo promedio de la clase trabajadora argentina se transformó en el más bajo de toda la región y el salario mínimo cayó debajo del valor que supo tener cuando se produjo el estallido social del 2001. Más de 16 mil Pymes dejaron de existir y el cierre de empresas en general desde que asumió este gobierno avanzó a un ritmo de 30 por día. La apertura indiscriminada de importaciones en combo con la caída sostenida del consumo acelera el industricidio en marcha. La motosierra, que no paró de amputar áreas y funciones sociales del Estado, dejó a 60 mil empleados públicos en la calle y tal como anunció el nuevo Jefe de Gabinete, Manuel Adorni, el desguace estatal sin pausa continuará en diciembre con una reducción, en un primer tramo, del 10 por ciento de la planta. El total de despidos en la primera mitad del mandato presidencial de Milei supera los 300.000. A su vez, el aumento de la deuda externa y su correlato de mayor ajuste sobre el pueblo dan cuenta de un endeudamiento doméstico récord, destinado a la mera subsistencia.
Los dueños de esta Argentina de remate; es decir, el capital financiero transnacional, los monopolios y la oligarquía terrateniente celebran mientras se ensanchan las diferencias sociales y aceitan la maquinaria que les asegura la concentración de la riqueza y su fuga a guaridas fiscales. Las fisuras que a veces pueden aparecer entre ellos no les impiden cohesionarse para seguir apoyando al gobierno. Incluso las contradicciones de algunas fracciones de la burguesía con alguna medida oficial, como ocurre en el caso paradigmático de la indiscriminada apertura importadora o con la oligarquía agroexportadora encabezando la fila de multimillonarios que demandan una mayor devaluación y la baja o la suspensión de retenciones, no son motivo suficiente para que rompan su alianza estratégica con la Rosada. Esa banca que los poderosos le siguen otorgando a Milei se pone nuevamente de manifiesto con el paquete de reformas laboral, previsional y tributaria en ciernes, exigido por Trump y el FMI.
No será el poroteo parlamentario que pueda haber a partir del 10 de diciembre, con la nueva composición del Congreso, lo que vaya a resolver los problemas que atañen a la mayor parte de nuestra población. Los “dialoguistas” que de repente se pusieron el traje de opositores para las últimas elecciones tomaron nota de que la otrora ancha Avenida del Medio es hoy una callecita angosta y solitaria y recompusieron rápidamente el diálogo amable con Balcarce 50. Fuerza Patria, que en la mayoría de las provincias optó por recostarse sobre la estructura conservadora del PJ (y que sigue detentando la hegemonía y monopolizando la birome al interior del espacio), deberá también tomar nota de la reconfiguración del mapa político, que se inscribe nada menos que en el año electoral de menor concurrencia a las urnas desde la recuperación de la institucionalidad democrática.
Queda claro que la coyuntura exige unidad. Pero de ninguna manera la unidad puede complotar contra la conformación de una alternativa política programática ni la amplitud contra la profundidad de su contenido cuando el desafío, urgente y de fondo, pasa no sólo por frenar a Milei, sino por derrotarlo mostrando en la calle y en cada puesto de lucha una voluntad decidida de avanzar hacia la reconstrucción y la liberación de la patria. Una unidad que no vaya en esa dirección sería, en definitiva, una unidad estéril que, por acción u omisión, terminará complotando una vez más contra la defensa de la soberanía y los intereses populares y siendo víctima de sus propias limitaciones y mezquindades.
Al respecto, no debe haber dudas de que el punto de partida para esa unidad tiene que ser el desconocimiento del pago de la deuda externa ilegal e ilegítima, diseñada para que las grandes corporaciones acentúen la concentración de la riqueza y la fuga de capitales y para que las grandes mayorías quedemos condenadas a un destino colonial; que es lo mismo que decir a un destino de hambre y explotación. Por eso, si nos proponemos ser verdaderamente libres, tenemos que empezar por liberarnos del yugo del FMI y de la bota yanqui que nos aplasta, hundiéndonos cada vez más en la miseria.
Desde el vamos, ese punto de partida tiene que orientar un combate mancomunado contra los monopolios y el imperialismo, que hoy fijan las reglas en nuestro país. Esta hora política, por lo tanto, nos convoca a destinar nuestros mayores esfuerzos militantes en la construcción de un de un frente popular antiimperialista o, dicho en términos propositivos, de un Frente para la Liberación Nacional y Social.
Resistir y pasar a la ofensiva antiimperialista
La necesidad impostergable del debate de ideas para producir propuestas programáticas no puede concebirse al margen de una resistencia sin tregua. Un programa que sirva como hoja de ruta de la unidad no debe posar de vanguardista, más bien debe nutrirse de las demandas de todos los sectores agredidos por las medidas de este gobierno títere del imperio e impulsar la coordinación y el fortalecimiento de todas las luchas para traccionar cuanto antes un proceso de ofensiva con las masas copando las calles. Las transformaciones estructurales que nos impone el contexto tienen que expresarse en reivindicaciones claras por la distribución de la riqueza, porque sí hay plata y mucha para pagar una deuda que no es otra cosa que una estafa y para que con la bicicleta financiera sigan ganando los ladrones privilegiados de siempre.
Para no quedar entrampados en la coerción que ejercen los organismos internacionales de crédito como tentáculos del imperialismo norteamericano, además de desconocer la legitimidad de la deuda fraudulenta con el Fondo Monetario, tendría que aparecer entre las prioridades de un proyecto soberanista el ingreso de Argentina a los Brics y el hecho de tomar con la fuerza de una política de Estado el fortalecimiento de las distintas instancias de articulación regional.
Junto al no pago y a la investigación de la deuda externa fraudulenta, otra de las puntas para desamarrarnos de una democracia burguesa cada vez más tutelada y excluyente debería ser el de la elaboración de una nueva Constitución Nacional, sobre la cual se asiente una nueva democracia, garante real de derechos, que no se limite al voto cada un par de años para elegir representantes a ocupar cargos legislativos y ejecutivos y propicie mecanismos de participación directa.
Aún sin haber sido oficialmente presentadas, sabemos que las reformas laboral y previsional que con una oreja en Washington el gobierno prepara para lo inmediato serán una estocada a los derechos que quedan en pie y redundarán en el agravamiento de la carestía de vida para lxs trabajadores activos y jubilados, con un telón de fondo de tarifazos en los servicios básicos y aumentos sin control de los alquileres; variables, entre otras, que sigue sin medir el Indec a la hora de determinar los niveles de pobreza e inflación. Sin embargo, sería un error limitarnos al rechazo de las reformas y no instalar en el debate una contrapropuesta unificada.
La precarización laboral nos atraviesa como clase y nos empuja al pluriempleo para poder sobrevivir y este fenómeno se potenciará si el Ejecutivo logra que el Congreso apruebe su menú de reformas regresivas. Ante semejante crisis social, la reducción de la jornada laboral sin que sea negociada como moneda de cambio para que la patronal se evite el pago de salarios dignos, puede ser una herramienta virtuosa para promover la creación de miles de nuevos puestos de trabajo formal y bien remunerados, ayudarnos a salir de la alienación a la que nos arrastra el capitalismo y ganar horas para poder llevar una vida cotidiana mucho más saludable.
Otro emergente de esta crisis es la proliferación del trabajo de plataformas o “uberización” del trabajo, algo que sin dudas debe ser regulado. Esta actividad, en todas sus variantes, facilita el lavado de dinero de empresas exentas de cualquier compromiso fiscal y, como contracara, esclaviza a empleados sin ningún tipo de cobertura, quienes se encontrarán todavía más perjudicados si prosperan estas iniciativas antiobreras.
Con la modernización como excusa, desde la concepción reaccionaria con que se la promueve, la reforma laboral atrasa cien años. Amparándose a cuenta en ella, la ola de despidos en el sector productivo que tuvo lugar en noviembre podría seguir increscendo durante este mes y todo el verano. Por lo pronto, los patrones tienen argumentos firmes para estar expectantes y calculan que, llegado el momento, podrán acrecentar su tasa de ganancia contratando planteles de trabajadores (o “colaboradores”) aún más precarizados y descartables.
Es saludable que ante este panorama sombrío las dos CTA hayan manifestado una enérgica condena al intervencionismo imperialista en la región y se hayan puesto al frente de una convocatoria para repudiar la amenaza militar en el Mar Caribe contra el legítimo gobierno y el hermano pueblo de Venezuela ordenada por Donald Trump. Tiene un valor especial que esta iniciativa antiimperialista sea motorizada desde dos centrales obreras cuando no es otro que Estados Unidos, junto a sus agentes locales del gobierno, el principal responsable del ajuste que estamos pagando lxs trabajadorxs.
Por supuesto que un plan de lucha tiene que ir mucho más allá de esto, aunque sería errado desligarlo de las agresiones de Washington contra Nuestra América. El compromiso asumido conjuntamente por ambas CTA en relación a un paro y movilización para cuando el parlamento trate el proyecto de reforma laboral claro que es un paso en el sentido correcto. Pero antes debe haber otros pasos, ya que los conflictos escalan a diario y, particularmente, en estos momentos lxs jubiladxs que miércoles tras miércoles se manifiestan frente al Congreso y son reprimidos como nunca antes se había visto en nuestra historia, al menos dentro de los períodos de vigencia constitucional, precisan un fuerte acompañamiento. Su lucha es una lucha por toda la clase y a ella el Movimiento de Jubiladxs Liberación ha aportado decisivamente.
Lamentablemente mucho no puede esperarse de la cúpula de la CGT, que cambió nombres pero no sus hábitos burocráticos. Luego de que el gobierno y las cámaras empresarias fijaran a su antojo el monto del salario mínimo, con un indignante “aumento” de cuatro mil pesos que ya no alcanzan ni para una porción de pizza, la dirigencia de la CGT se vio obligada a salir a decir algo; pero por si acaso todavía no a la calle, por las redes sociales. A su vez, los gordos cegetistas con su inalterable vocación al diálogo tienen una silla en el Consejo de Mayo, ocupada por Gerardo Martínez, quien asiste en su auto de alta gama como portavoz del movimiento obrero a estas reuniones con el gobierno, empresarios y gobernadores y legisladores de variopinta procedencia política que jugaron un papel clave para la aprobación de la Ley Bases.
Hay que pasar el verano. Y pasarlo en estado de alerta y movilización. El largo derrotero de entrega de nuestra soberanía y de nuestros bienes naturales intentará profundizarse ahora por medio de la ley de glaciares para seguir beneficiando a las mineras, expoliando al pueblo de recursos que le pertenecen y dañando el medio ambiente. Asimismo, los ataques a la ciencia, la salud, la cultura y la educación, indicativos políticos y culturales que hablan del desprecio visceral que siente este gobierno por la soberanía nacional, tampoco parecería que fueran a aplacarse. Mientras tanto, la política represiva de Milei y Patricia Bullrich (que dejó a una subordinada suya al “mando” del Ministerio de Seguridad) busca saltar a un estadio superior a través de la reforma del Código Penal. En caso de sancionarse este panegírico punitivista, permitirá intensificar la persecución política y la criminalización de la protesta social. Como bien tituló la Liga Argentina por los Derechos Humanos en su declaración al respecto su fin no es otro que el de garantizar “impunidad para los poderosos y más dolor para los vulnerables”.
Las fogosas relaciones carnales que mantiene el actual gobierno con Washington no son con una potencia imperial en ascenso, como las que supieron tener otros gobiernos vendepatria en otros momentos históricos, sino que son con un imperio en franca decadencia; lo cual, al contrario de ser esto un atenuante en su accionar, lo hace más agresivo y peligroso. Como prueba palmaria de esta afirmación podemos señalar el genocidio que, con su aval político y su apoyo concreto al régimen sionista de Benjamín Netanyahu, continúa perpetrándose contra el pueblo palestino en la Franja de Gaza, o la guerra promovida a través de sus gendarmes de la OTAN, por batallones neonazis y por su peón de Kiev en Ucrania contra la Federación Rusa; guerra que, al igual que lo que ocurre con el exterminio aún en curso en Gaza y más allá de impostados anuncios de paz para ganar tiempo, no quiere que se acabe sin antes terminar de finiquitar todos sus negocios.
La violencia del imperialismo también se expresa con brutalidad en el recrudecimiento del bloqueo a Cuba, con su injerencia abierta en procesos electorales como acaba de hacer en Honduras y como hiciera hace poco más de un mes en nuestro país y con la amenaza latente de una invasión militar a Venezuela a través del despliegue de su flota de guerra en el Mar Caribe y en el Océano Pacífico, con la mira puesta también en Colombia. El apoyo de EE.UU. a candidatos y gobiernos de derecha y neofascistas funcionales siempre a sus intereses no es nada nuevo pero de la mano de Donald Trump esto se refuerza por todo el mundo y, con el reverdecer de la Doctrina Monroe, especialmente en América Latina. Así puede verse por estos días en Chile el auspicio de la Casa Blanca a la candidatura presidencial del pinochetista José Antonio Kast para el ballotage presidencial que lo enfrentará a la candidata de la alianza progresista e integrante del PC trasandino Jeannette Jara o con el ya tristemente célebre “salvataje” del Tesoro estadounidense al gobierno de Milei y la promesa de más financiamiento por parte de Wall Street, sobre la que el JP Morgan ya puso condiciones y sembró más dudas que certezas.
Todas y cada una de estas maniobras geopolíticas que con distintas tácticas despliega en simultáneo el gobierno yanqui persiguen un claro objetivo estratégico: recuperar la hegemonía imperialista para restablecer un ordenamiento unipolar bajo su domino, como así también la tasa de ganancia perdida como consecuencia de la crisis civilizatoria del capitalismo agudizada tras la irrupción de la pandemia de Covid19 , pero fundamentalmente a causa del desarrollo del multipolarismo promovido por el crecimiento exponencial de la República Popular China como una potencia mundial regida por una lógica que rompe con la asimetría que existe en las relaciones bilaterales entre países opresores y países oprimidos para trazar un camino alternativo de desarrollo de futuro compartido, respetuoso de las soberanías nacionales y promotor de la paz y el bien común.
La Guerra Fría del siglo XXI, con la consabida retórica macartista ahora dirigida hacia China y el gobierno comunista de XI Jinping como blanco principal, que libra el imperialismo yanqui se trasluce con absoluta nitidez en su política de imposiciones arancelarias. Esto deja en evidencia el carácter defensivo de las agresiones de un imperio en declive. A modo de confesión de parte, su actual gobierno se identifica con el lema “Hacer América Grande de Nuevo” (MAGA, por sus siglas en inglés), y al desprestigio que cosecha en el plano internacional le suma una grave crisis interna, que por ejemplo tuvo recientemente el cierre de gobierno más largo de la historia de su país, donde las movilizaciones masivas contra Trump han tenido como escenario la mayoría de los estados y donde vienen ganando posiciones expresiones de izquierda y de centro izquierda, como en el caso de Nueva York, donde Zohran Mamdani, un rara avis del Partido Demócrata, activista por la causa palestina y que se reconoce socialista ganó las últimas elecciones.
Difícil la tarea que le encomendaron al nuevo embajador estadounidense, Peter Lamelas, más allá de la devoción genuflexa que le profesa el gobierno de Milei. Renunciar al swap chino y romper relaciones comerciales con Beijing, cuando mantiene acuerdos directos con la mayoría de las provincias, en las actuales condiciones económicas por las que pasa Argentina y en el marco de alianzas internacionales en el que se mueve, menospreciando el valor de la integración regional y habiendo roto con los BRICS desde el momento mismo de la llegada de Milei a la Rosada, significaría lisa y llanamente nuestra ruina total.
El próximo año político comienza este 10 de diciembre y seguramente lo encontrará al Partido Comunista luchando en la calle, promoviendo los debates que tanto hacen falta en pos de aportar a una verdadera alternativa y organizando el germen del Poder Popular desde cada organismo básico en cada frente de masas. De todos modos, entre las importantes e inmediatas tareas que se nos vienen encima ante la radicalización del ajuste y la dependencia que el gobierno busca imponer, no podemos perder de vista las fechas que simbólicamente suelen señalarse como el arranque de la militancia fuerte de cada año (aunque por lo general en los hechos nunca sea así y menos en este contexto apremiante), que son el 8 y el 24 de marzo.
Dos focos predilectos de los ataques de este gobierno en el campo de la batalla cultural, (y política) motivados siempre por sus intereses de clase, son el movimiento transfeminista y el movimiento de los derechos humanos. En tal sentido, la participación activa en los actos por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, con el impulso del reciente Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias en Corrientes y del hecho político logrado a partir de que hace unas semanas el Poder Judicial de la provincia de Santa Fe haya tenido que acceder al reclamo del PC para rendirle cuentas sobre la investigación acerca del femicidio impune de la camarada Florencia Gómez tras cinco años de lucha ininterrumpida exigiendo justicia, tiene que tener una preparación a la altura de las circunstancias que lo enmarcan.
En cuanto al Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia, nada menos que a 50 años del último golpe de Estado que dio inicio a la dictadura cívico-militar y al genocidio que este gobierno niega, cuando no directamente reivindica, amerita disponernos a organizar la movilización más multitudinaria de la historia en nuestro país. La regresión punitivista del Código Penal que quieren implementar con la nueva reforma, el voto en soledad junto a Estados Unidos e Israel contra la resolución condenatoria de la ONU a la tortura en “en todo momento y en todo lugar” y la designación como Ministro de Defensa de un militar que se cuadra con gusto ante sus jefes del norte, por lo que estará plenamente de acuerdo con las intenciones imperialistas de plagar nuestro territorio de bases estadounidenses y de la OTAN, y que jamás repudió los crímenes de lesa humanidad de la dictadura, son agravios a la memoria de nuestrxs compañerxs detenidxs-desaparecidxs y tienen que exigirnos, a nosotrxs también, ejercitar la memoria completa y reafirmar con más fuerza que nunca que fueron 30 mil, eran revolucionarixs y luchaban por el socialismo.
En el año del centenario del natalicio del Comandante Fidel Castro, la mejor manera que tenemos de homenajearlo es comprometernos en cada labor militante a abonar a la construcción de un gran frente antiimperialista para liberarnos de la dependencia de una vez y para siempre. A este plan de profundización de la dependencia que enfrentamos le debemos oponer el plan de la liberación nacional y de priorizar los derechos del pueblo trabajador. La disyuntiva cardinal que Fidel y el Che nos señalaran cobra cada día mayor trascendencia: ¡Patria o muerte!