El domingo falleció Gilda Freilij, quien durante varias décadas estuvo al frente de la Librería Raúl González Tuñón, un espacio clave para la vida cultural del Partido Comunista que ella misma contribuyó a construir.
Si tal como aseveró Bertolt Brecht los imprescindibles son aquellos que luchan toda la vida, sin dudas, Gilda Freilij, lo fue desde una actitud de vida que estuvo atravesada por la lucha serena y profundamente militante que tempranamente, desde su adolescencia, hizo propia.
Porque de eso fue buena parte de la vida de nuestra entrañable Gilda, una vida que en uno de sus planos se apagó ayer domingo, pero que seguramente va a permanecer por siempre intacta, como parte relevante de la memoria del Partido Comunista…en cada rincón de la que es su obra, su lugar en el mundo y su legado, la Librería Raúl González Tuñón que durante más de tres décadas la tuvo como su pilar indispensable.
Porque como buena librera, Gilda Freilij, era también una mujer hacedora de sueños, que contaba con una particular sensibilidad e inquietud por toda manifestación artística. Amante del cine y persistente lectora, ya en su madurez se dio el gusto de ser actriz, algo que desarrolló en un grupo de teatro vocacional en el que, por cierto, lo hizo muy bien y sobre todo con la seriedad, optimismo y alegría que la caracterizaba y contagiaba.

Gilda fue una mujer simpática, agradable, tenaz y optimista, cualidades que quizás internalizó desde su propio hogar, formado por una familia de trabajadores emigrada de Europa. Su padre fue artesano sombrerero y su grupo familiar sabía apreciar el arte y la lectura, algo que inculcaron en ella a punto tal que acabarían siendo parte constitutiva de la personalidad de Gilda, a quien la vida le depararía años en México donde nació de su hijo Luis, quien siempre la acompañó.
Pasado el tiempo regresó a Argentina con Luis, que aún era un pibe, y trabajó como empleada de comercio. Fue durante esos años cuando fue consolidando su militancia en el Partido Comunista, la misma que abrazó por el resto de su vida. Y también fue en ese ámbito donde conoció a su compañero Mario y donde se involucró de lleno en la distribución de literatura partidaria en lo que representó una etapa rica y enriquecedora, atravesada por una intensa tarea que se coronó con la creación de la Biblioteca del Partido, la González Tuñón que la tuvo como responsable hasta hace pocos años…siempre incansable, de disciplina férrea y organizada en cada acto partidario donde estaba al frente de la mesa de libros.
Este es un breve resumen, dolido por su partida, pero necesario para intentar poner en palabras lo que se siente cuando parte alguien querido y tan valioso como Gilda, quien a lo largo de su vida demostró que Bertolt Brecht no se equivocó cuando dijo aquello de los imprescindibles…esas personas que con cotidiano tesón, sin grandilocuencias ni vanidades saben iluminar caminos en vida y que continúan haciéndolo tras su partida.