Luego del histórico cónclave de Trump con Putin en Alaska, y de la reunión express que ayer mantuvo el mandatario estadounidense con Zelensky en la Casa Blanca, se consolida la derrota de la OTAN en Ucrania y la capitulación de Estados Unidos ante un mundo multipolar.
Luego del cónclave histórico entre el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, y Donald Trump en la base militar Elmendorf-Richardson de Alaska el viernes último, en la jornada de ayer el presidente de Estados Unidos se reunió con Volodimir Zelensky, titular del régimen de Kiev y uno de los principales responsables de la dura derrota estratégica de la OTAN frente a Rusia. La reunión tuvo lugar luego de que Zelensky fuera excluido del encuentro de Alaska, en donde los mandatarios de las dos principales potencias nucleares del planeta se juntaron para acordar los términos para un cese definitivo de las hostilidades en Ucrania.
La convención tuvo lugar en el Salón Oval de la Casa Blanca. Allí, Trump le manifestó al titular del régimen ucraniano que el futuro de Ucrania estaba en sus manos. De este modo, Trump invitó a Zelinsky a aceptar la derrota política que implicó su alianza con la Unión Europa y la OTAN. Por ello, la forma en la que Ucrania enfrente el proceso en curso determinará cómo se pondrá punto final a la dimensión militar del conflicto.
Sin embargo, cabe destacar que Estados Unidos no desempeña un papel mediador o neutral en esta guerra. En efecto, la estrategia de la Casa Blanca consiste en presentar a Trump como árbitro en una contienda en la que resulta ser el principal socio accionista de la OTAN y la Unión Europea. Es por ello que Europa declina toda iniciativa de liderazgo y atina como mucho a expresar públicamente su descontento con la política exterior de la Casa Blanca. Y también es por ello que Putin, luego de un arduo y puntilloso trabajo del servicio diplomático de la Federación Rusa, elige reunirse con Trump para poner a prueba sus pretensiones de cara a un posible acuerdo de paz.
Con todo, son los intereses norteamericanos los que también están en juego, aún cuando el principal foco de conflicto para Estados Unidos se ha desplazado hacia China. En efecto, lo que queda claro es que la Casa Blanca ha iniciado su proceso de rendición frente a un mundo definitivamente multipolar. La cuestionada hegemonía norteamericana no solo se hace sentir en el plano económico con el ascenso de China y la consolidación de los BRICS, sino también en el plano político, donde por diversos motivos y debido a tendencias incluso contrapuestas, Trump parece ser llevado de las narices por Netanyahu y Putin en lo que respecta a los asuntos geopolíticos más importantes del momento.
En lo que refiere a la desarticulación del régimen de Kiev por parte de Rusia, esta tendencia se puede observar con claridad en lo que respecta a las condiciones que el Kremlin busca imponer para sellar una paz definitiva. En ese sentido, uno de los aspectos más sensibles para Moscú se juega en el retroceso geográfico y en la reducción del alcance militar de la OTAN en la región, cuestión que representa un asunto de seguridad nacional para Putin y que, en efecto, está en la base de las agresiones sostenidas por parte de Europa contra Rusia, que vienen desde antes de la implosión de la Unión Soviética. No obstante, como el propio Trump reconoce cuando reclama a la Unión Europea por la inversión norteamericana en la OTAN, Europa en esta contienda es en verdad un instrumento de la política exterior de la Casa Blanca. Por ello, la derrota de la OTAN es también una derrota de Estados Unidos, pese a que Trump se presente como árbitro de un conflicto que lo tiene como parte.
Entonces lo que hay que resolver, para que la paz sea verdadera, es el estatus de Ucrania como país neutral. Además, se espera que los territorios de Crimea, Donetsk, Lugansk, Sebastopol, Kherson, Odessa y Zaporizhzhia sean reconocidos formalmente como parte de la Federación Rusa. Al respecto, Zelensky declaró luego del cónclave con Trump que resulta prácticamente imposible que su gobierno acepte esta condición. Como argumento, adujo que hay barreras constitucionales para ello, pero en verdad lo que se pone en juego con ello es su futuro político y, en especial, la supervivencia del proyecto reaccionario y fascista de separación entre el pueblo ruso y el pueblo ucraniano, que estuvo desde un primer momento en la base del ascenso político de Zelensky.
En este contexto, Trump anticipó luego de la reunión con Zelensky que los términos de una paz duradera deberían estar sobre la mesa en las próximas dos semanas. En perspectiva histórica, dos semanas es muy poco tiempo y los acontecimientos pueden ser ciertamente impredecibles. Pero lo que queda claro es que en Alaska se confirmó tanto una dura derrota para la OTAN como la aceptación realista de Estados Unidos de que su hegemonía ya no es exclusiva, y que de aquí al futuro deberá acondicionar su política exterior frente a un mundo multipolar.