A 132 años del nacimiento de Mao Zedong, su figura continúa siendo un eje central para comprender la historia de la revolución china y el presente de la principal potencia económica del mundo. A nivel internacional, sus aportes al marxismo siguen ofreciendo enseñanzas, debates y desafíos para quienes luchan por la emancipación de los pueblos y la construcción del socialismo.
La canción “Sin el Partido Comunista no existiría la nueva China”, pieza patriótica de la República Popular China compuesta en 1943 y vigente hasta el día de hoy, sintetiza de manera simbólica el legado que Mao Zedong dejó en el pueblo chino y en la construcción del nuevo Estado.
Mao nació en Shaoshan el 26 de diciembre de 1893, en la provincia de Hunan, en el seno de una familia campesina relativamente acomodada. Recibió una educación básica en escuelas tradicionales chinas y, más tarde, entró en contacto con ideas modernas, nacionalistas y revolucionarias durante sus estudios en Changsha. Influenciado por la Revolución de 1911 y por el pensamiento marxista, en 1921 fue uno de los fundadores del Partido Comunista de China. En el marco del 132.º aniversario de su natalicio, miles de personas se congregaron en Shaoshan para rendir homenaje a su figura, una conmemoración que refleja la persistencia de su legado entre amplios sectores del pueblo.
Desde una perspectiva histórica, los logros de Mao Zedong pueden dividirse en una etapa prerrevolucionaria y otra posterior a 1949. Antes del triunfo revolucionario, Mao realizó un aporte decisivo al adaptar el marxismo a la realidad china, desplazando el eje de la revolución hacia el campesinado y desarrollando la estrategia de la guerra popular prolongada, basada en la construcción de bases rurales y la movilización de las masas. Su liderazgo durante la Larga Marcha, la resistencia frente a la invasión japonesa y la victoria en la guerra civil contra el Kuomintang fueron fundamentales para el triunfo de la revolución. Estos aportes influyeron profundamente en los procesos revolucionarios del siglo XX y continúan teniendo impacto en el movimiento comunista internacional.
La vigencia de Mao se expresa también en el plano simbólico y cultural. Su imagen permanece presente en monumentos, museos, billetes y conmemoraciones oficiales, y es reivindicada como símbolo de soberanía nacional, unidad territorial e independencia frente al imperialismo. Para amplios sectores del pueblo chino, Mao encarna el momento histórico en que China logró “ponerse de pie” luego de un prolongado siglo de humillaciones, invasiones y fragmentación interna.
Tras la toma del poder, Mao encabezó la fundación de la República Popular China, consolidó la unidad territorial y sentó las bases del Estado moderno chino. Impulsó una profunda reforma agraria, promovió avances significativos en alfabetización, salud pública y derechos de las mujeres, y alentó un proceso inicial de industrialización que permitió comenzar a superar el atraso estructural del país y afirmar su soberanía nacional.
El pensamiento del líder histórico de la revolución china forma parte del cuerpo ideológico oficial del PCCh, junto con los aportes teóricos posteriores de Deng Xiaoping, Jiang Zemin, Hu Jintao y Xi Jinping. Esta continuidad expresa la voluntad del Partido de presentarse como heredero legítimo de la revolución de 1949 y de mostrar cómo, a partir de sus distintas elaboraciones, se ha resignificado la historia de China.
Al mismo tiempo, un análisis marxista riguroso exige reconocer críticamente los errores y desviaciones de su etapa de gobierno, en particular el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, procesos que provocaron graves daños económicos, sociales y humanos. El propio Partido Comunista de China realizó posteriormente un balance crítico de estas experiencias, diferenciando los aportes fundamentales de Mao de sus errores políticos.
Mao Zedong sigue siendo una figura clave para comprender la historia contemporánea del gigante asiático y del movimiento comunista internacional. Su pensamiento permanece vigente no como un programa cerrado, sino como un pilar ideológico, histórico e identitario que le permite al Partido Comunista articular pasado, presente y futuro. Desde una mirada crítica y materialista, su legado continúa ofreciendo enseñanzas, debates y desafíos para quienes luchan por la emancipación de los pueblos y la construcción de una sociedad socialista.
El país y el Partido por delante
La China actual reivindica ese pasado revolucionario en un contexto de profundas transformaciones sociales y económicas iniciadas a partir de la política de “reforma y apertura” en 1978, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, quien en su momento mantuvo tensiones con la herencia política del maoísmo. En este marco, resulta relevante observar cómo la herencia política y cultural de esa etapa sigue operando en la formación de las actuales capas dirigentes del Partido y del gobierno.
Diversos episodios de persecución interna, disciplina partidaria extrema y sacrificio personal vividos por cuadros históricos del PCCh durante las décadas posteriores a la revolución son analizados en la primera biografía en inglés dedicada a Xi Zhongxun, padre del actual presidente chino, Xi Jinping, escrita por el historiador Joseph Torigian, profesor de la Universidad de Stanford.
En su obra Los intereses del Partido son lo primero: la vida de Xi Zhongxun, Torigian se pregunta cómo fue posible que tanto Xi Zhongxun como su hijo mantuvieran una fe inquebrantable en el Partido, pese a haber sufrido en carne propia la dureza y la brutalidad de determinados momentos del proceso político chino.
Según el autor, padre e hijo fueron formados en una cultura política de raíz bolchevique que exaltaba la disciplina, el sacrificio y la subordinación del individuo a un proyecto histórico colectivo. En este marco ideológico, la historia de la familia de Xi Jinping en relación con el maoísmo y la trayectoria personal del actual mandatario no remiten al resentimiento, sino a un proceso de forja revolucionaria. Lejos de quebrar su lealtad, la persecución política habría reforzado su adhesión al Partido Comunista de China, concebido como un instrumento histórico insustituible para la construcción y defensa del Estado surgido de la revolución.
Esta interpretación coincide con la narrativa oficial que hoy promueve el PCCh en torno a la figura de Xi Jinping. En las biografías difundidas por el Estado, los años de humillación, trabajo forzado y vida rural son presentados como un verdadero rito iniciático que habría moldeado a un dirigente austero, disciplinado, incorruptible y estrechamente vinculado a las masas campesinas. Desde una lectura crítica, este relato pone de manifiesto la persistencia de elementos culturales y políticos heredados de la etapa maoísta, en los que la disciplina partidaria y la primacía del Partido sobre el individuo continúan siendo pilares centrales.