“Pienso que en ese momento se iniciaba el principio de la historia fantástica de Ernesto Che Guevara, mi amigo y compañero, a quien extraño y recuerdo como si hoy estuviera a mi lado”, comenta Carlos Calica Ferrer en este reportaje.
Pasaron 96 años desde el momento en el que Carlos Calica Ferrer nació en Alta Gracia, localidad cordobesa a la que poco después se mudarían Ernesto Guevara Lynch y Celia de la Serna junto a sus hijos, ente ellos Ernestito, un pibe de salud frágil pero temple férreo pocos meses menor que Calica con quien desde chico comenzó a forjar una amistad que, en 1953, los hizo emprender juntos un viaje por Latinoamérica que llevaría a que Ernesto terminara por construirse en el Comandante Che Guevara.
Esta historia quedó reflejada en varias charlas y artículos en los que Ferrer cuenta detalles sobre aquel particular periplo, así como en su libro “De Ernesto al Che. El segundo y último viaje del Che Guevara por Latinoamérica”.
La semana pasada se cumplieron 72 años del inicio de aquel momento en el que una estación ferroviaria vio partir a esos dos jóvenes amigos. Un episodio en el que ambos, quizás sin saberlo, estaban viviendo un momento iniciático que atravesó sus vidas y aparece como clave en la historia de uno de los principales próceres de Nuestra América. Testigo y protagonista de ese capítulo, Calica habló con Nuestra Propuesta y lo hizo con claridad y generosidad, con palabras que pese a los años transcurridos permiten hacer una pintura de aquellos días en los que Ernesto comenzaba a dar paso al Che.
* ¿72 años no es nada como diría el tango?
Exactamente. Nada más ni nada menos…pero recuerdo detalles de aquel día como si fuera hoy. El día de la partida me acuerdo de la madre de Ernesto, Celia, y también estaba mi madre. Celia me llamó aparte del grupo grande de amigos y amigas que nos habían ido a despedir y me dijo “Calica cuidámelo mucho a Ernestito”. Esa frase sintetiza todo lo que Ernesto significaba para ella, porque después de haberlo cuidado como lo hizo durante toda su vida a ese chico al que ayudó a reponerse del terrible asma con que nació, hacer otro viaje como el que anteriormente había hecho con Granados era todo un riesgo y ella como madre estaría un poco angustiada.
A su vez, mi madre lo llamó aparte a Ernesto y le dijo, por mí, “cuidámelo mucho a este inconciente”. Por eso, después cada vez que alguno se mandaba una macana, el otro le decía “mirá que tu vieja me encargó tal cosa”.
* Era una despedida pero también el inicio de algo
Esa despedida fue en la estación de un tren que iba directamente a La Quiaca pasando por todo el norte argentino. Nosotros viajábamos en segunda clase, en asientos de madera y los compañeros de vagón eran gente humilde, diferente a los que nos fueron a despedir a nosotros que eran pitucos. Fue muy simpático porque nuestras amigas y amigos nos trajeron bombones como regalo de despedida que después compartimos con los compañeros de viaje. Muchos de ellos nunca habían comido algo así. Pero ellos nos convidaban pedazos de pollo, torrejas y pancitos que llevaban para el viaje. Era un contraste importante.
Pienso que en ese momento se iniciaba el principio de la historia fantástica de Ernesto Che Guevara mi amigo y compañero a quien extraño y recuerdo como si hoy estuviera a mi lado.
* ¿Dentro de lo que fue el contexto de ese viaje, qué pinceladas recuerda que aparecían del proceso que llevó a ese pibe amigo suyo a convertirse en el Che?
Es muy difícil describirlo en pocas palabras. Pero sí, evidentemente, se manifestaba en Ernesto el principio de un cambio en su vida, porque este viaje tenía un componente más de política que aquel que había hecho con Granados, no así en materia de experiencia de viaje, ya que Ernesto la tenía y por eso era el que mandaba y ordenaba las cosas que debíamos hacer para sobrevivir con tan poca plata, porque casi no teníamos dinero.
Ernesto dijo “acá va un soldado de América” y eso pudo haber sido como una premonición. Lo dijo porque estaba vestido prácticamente de militar, porque un pariente suyo estaba haciendo la conscripción y le compró ropa de fajina que era muy práctica. Y yo le dije “si llega a venir un sargento acá te va a hacer poner cuerpo a tierra porque parecés un colimba”. Los dos nos reímos.
* ¿Cómo era en ese momento políticamente Ernesto?
Los dos teníamos una influencia familiar contraria al peronismo, pero también teníamos una influencia importante de lo que había pasado en la Guerra Civil Española y por supuesto estábamos del lado republicano.
Pero ahí Ernesto ya comenzaba a hacer las conexiones que años más adelante lo llevarían a subirse al Granma después de que conociera a Fidel, que fue quien les anunció a sus compañeros que “ya tenemos médico para la expedición”. Esa decisión de Ernesto de incorporarse con Fidel al Movimiento 26 de Julio, a la Revolución Cubana fue un momento clave en su vida, pero también para la historia.
* ¿Posteriormente a la experiencia del viaje compartido con Ernesto, cómo fue viendo los pasos que fue dando su amigo ya convertido en el Che?
Nosotros estuvimos juntos hasta Guayaquil y una circunstancia muy especial, esas cosas de la vida, hizo que nos separáramos, porque la idea era seguir juntos y en vez de ir a Venezuela dirigirnos hacia Guatemala para conocer el proceso democrático que encabezaba
Jacobo Árbenz, que para nosotros representaba un cambio fantástico que se sigue valorando desde la perspectiva que podemos tener hoy.
Queríamos llegar hasta Panamá para, desde ahí, poder ir por tierra hasta Guatemala. La posibilidad era ir en avión pero no tendíamos un centavo para pagar los pasajes, por tierra a través del Golfo de Darién la cosa es intransitable, entonces la alternativa era ir por barco y habíamos conseguido un italiano que llevaba carga desde Guayaquil hasta Panamá y nos dijo que nos llevaría de a dos.
En el primer viaje ya habían ido Oscar Voldovinos y el gordo Rojo, pero se habían perdido. No sabíamos nada de ellos y estábamos a la espera de noticias suyas. Entonces yo me fui hasta Quito para ver si me la rebuscaba jugando al fútbol, porque un hombre que me había visto jugar me dijo que ahí me iban a conseguir lugar en un equipo, cosa que no pasó.
Ahí me encontré con un telegrama de Ernesto que me decía que lo espere y, al día siguiente, uno nuevo que me decía “llegó barco bananero”. Y se embarcó para Panamá donde se reencontró con Voldovinos y Rojo.
Desde ese momento Ernesto comienza a caminar por Centroamérica. En Guatemala conoce a su primera mujer y cuando se produce el golpe contra Árbenz, se tiene que asilar porque estaba amenazado de muerte porque participó en un intento de defensa del gobierno y quedó marcado.
* ¿A través de esta cotidianeidad que usted compartió con Ernesto, piensa que él de alguna manera percibía que estaba llamado a hacer algo grande en su vida?
Creo que sí. No podría dar muchos datos exactos pero creo que sí. El hecho de conocerlo a Fidel, que le hablara de la Revolución Cubana debe haber sido el momento que acabó por acomodar todo ese proceso que ya estaba viviendo en su interior, Ernesto habrá dicho que era el momento de comenzar ese derrotero como defensor de la democracia y la Revolución, algo muy diferente a esa democracia capitalista que está manejada por los norteamericanos en base a ocupaciones.
Ernesto había encontrado su camino y así fue, porque fue y es un personaje importantísimo en la historia de América Latina donde ha quedado vivo para siempre.
* ¿A tantos años de aquella experiencia qué siente usted cuando ve que la juventud levanta su puño izquierdo y dice “seremos como el Che”, que no es otro que Ernesto, ese pibe con quien usted compartió amistad y un momento clave para su vida?
Es impactante. Pero lo que más me impacta de todo esto es el retrato de Ernesto que ha dado la vuelta al mundo, que en los más recónditos lugares del planeta está esa foto y la gente sabe quién es y qué representa. Un símbolo de la lucha por la justicia social. Esto es lo más importante.
Los chicos de ahora acceden a esa historia por lo que escuchan y leen, también están bombardeados por cosas que no son ciertas, pero Ernesto es mayoritariamente una figura que despierta respeto.
* ¿Y usted cuando cierra los ojos y lo recuerda, cuál es la imagen que viene a su mente, la icónica de la foto de Alberto Korda o el chico con el que se subió a ese tren en 1953?
Yo lo recuerdo más como el chico que estaba vestido de traje cuando se recibió de médico, como el de toda esa historia de nuestra niñez y juventud. Pero claro, también me impacta esa foto del Che que sacó Korda que es impresionante y otras tantas imágenes que dejaron fotógrafos que participaron del proceso de gestación de la Revolución Cubana, imágenes fantásticas que supieron reflejar quién fue el Che.
Son imágenes de Ernesto en quien siempre estuvo presente aquel viaje que compartimos. Me lo refirió Harry Villegas, Pombo, con quien estuvo en Sierra Maestra, después en el Congo y en Bolivia. Él fue mi amigo y me contaba que en sus conversaciones con Ernesto solían aparecer detalles, recuerdos de su infancia y de su juventud y de todas las cosas que habíamos realizado durante el viaje.
Me quedo contento cuando me acuerdo de Ernesto, de él y muchas circunstancias que compartimos, inclusive, durante el viaje. Tengo 96 años y recuerdo cosas que a veces creía que estaban olvidadas.
* Hace 72 años comenzaba este viaje iniciático para Ernesto que, de alguna manera, no acabó porque continúa en la lucha de los pueblos, en todo aquello que el Che le dio la mundo ¿Qué se siente ser parte de esa historia?
Fue una circunstancia de la vida la que me puso ahí, no un mérito personal. Me tocó estar ahí y estuve. Pero estoy muy agradecido porque me haya tocado a mí compartir esto con Ernesto. Esto que recuerdo con tanto cariño y orgullo y por eso siempre estoy dispuesto a contar mi parte de esa historia.