En un acto cargado de memoria y compromiso, militantes argentinos y cubanos recordaron al líder de la Revolución Cubana en un contexto adverso para la isla y en medio de nuevas agresiones imperialistas en la región.
En la Casa de la Amistad Argentino-Cubana de la Ciudad de Buenos Aires, militancia solidaria del pueblo argentino, cubanos residentes y miembros de la Misión Diplomática de la isla en nuestro país se reunieron el último sábado para rendir homenaje a Fidel Castro al cumplirse nueve años de su fallecimiento. El encuentro, que formó parte de las iniciativas hacia el centenario del natalicio de Fidel, estuvo cargado de anécdotas y celebración y recordó al líder revolucionario en un contexto especialmente complejo para Cuba, que atraviesa una difícil epidemia, al tiempo que pelea por la reconstrucción de distintos pueblos y ciudades tras un huracán devastador y resiste al impacto del persistente bloqueo económico impuesto por Estados Unidos.
El acto fue organizado por el Movimiento Argentino de Solidaridad con Cuba, la Unión de Residentes Cubanos en Argentina, la Embajada de la República de Cuba y el Centro de Estudios y Formación Marxista Héctor Agosti. La conmemoración tuvo como telón de fondo un Caribe cada vez más militarizado por la presencia activa de la IV Flota estadounidense y por un clima regional signado por las agresiones políticas y económicas del imperialismo yanqui contra los gobiernos de Venezuela y Colombia.
En ese escenario, las intervenciones destacaron la vigencia del ideario fidelista y su defensa histórica frente al avance imperialista en América Latina. Rubén Záccaro, presidente de la Casa de la Amistad, abrió la jornada con palabras dedicadas a la figura del líder cubano, dando paso luego a Hugo Fontana, uno de los profesionales argentinos que viajaron a la isla después del triunfo revolucionario para aportar sus conocimientos en el desarrollo de la naciente Cuba socialista.

Enviado a La Habana por la Federación Juvenil Comunista como parte de las Brigadas Internacionales en solidaridad con la naciente Revolución, Fontana, arquitecto recibido en la Universidad Nacional de La Plata, estuvo en la Isla entre 1961 y 1968, período en el que además de aportar desde su profesión, se alistó para la defensa ante la invasión contrarrevolucionaria ordenada por Washington a Playa Girón.
También tomaron la palabra la periodista Stella Calloni y Esteban Luchetta, co-director del Área de Estudis de Cuba del CEFMA (Centro de Formación Marxista Héctor Agosti), quienes sumaron reflexiones desde sus respectivas trayectorias.
Lo propio hizo Erenia García, presidenta de la Unión de Residentes Cubanos en Argentina (URCA), quien destacó el rol de Fidel como “arquitecto de la revolución cubana” y como un emblema ineludible de resistencia, dignidad y soberanía para múltiples generaciones en América Latina y el mundo. En su intervención, subrayó que el pensamiento de Castro sigue ofreciendo claves para los desafíos actuales al señalar “caminos de justicia social y autodeterminación frente a las agresiones externas del imperialismo”.
A su turno, Záccaro evocó la manera en que Fidel recuperó y proyectó el legado emancipador de José Martí, situándolo en el centro del proceso revolucionario. Asimismo, repasó la presencia cubana en África, una intervención decisiva que contribuyó a la independencia de Angola, a la liberación de Namibia y al derrumbe del apartheid sudafricano. Según señaló, aquellas epopeyas condensaron “la vocación internacionalista que Fidel enseñó a su pueblo” y que dejó una huella duradera en la política exterior cubana.
Calloni profundizó en la dimensión humana del dirigente revolucionario. Lo recordó como alguien capaz de reconocer sus errores sin asumir poses de líder infalible y como una figura guiada por un profundo sentido de solidaridad, visible en las misiones médicas y en el acompañamiento a países afectados por catástrofes o crisis sanitarias. La periodista resaltó también la capacidad de Fidel para enfrentar campañas de desinformación y el papel del actual canciller Bruno Rodríguez en la defensa de Cuba ante la ONU. Para Calloni, ese compromiso ético y político es parte central del legado que el pueblo cubano heredó de su líder, quien insistía en que los dirigentes debían saber “leer el lenguaje de los pueblos”.
La analista añadió que las nuevas formas de colonialismo sobreviven en la vida cotidiana, desde el lenguaje hasta los rituales culturales, y recuperó la importancia que Fidel atribuía a comunicarse de manera clara con las mayorías. Recordó su propia militancia en las villas en los años setenta como ejemplo de la necesidad de estar allí donde convergen los distintos mundos sociales, una práctica —sostuvo— que el líder cubano encarnaba mediante su capacidad de escuchar, preguntar y comprender la realidad latinoamericana. También evocó la admiración mutua entre Fidel y el Che Guevara, basada en una ética política fundada en la coherencia y la honestidad.

Por su parte, Esteban Luchetta reconoció en el antiimperialismo y la unidad dos de los principales valores del legado del Comandante Fidel Castro, junto a lo cual destacó su firmeza ideológica como referencia para evitar “la derrota moral” de nuestros pueblos. Sobre este punto señaló que las limitaciones del proceso de integración regional que facilitaron la contraofensiva de las derechas deben dejarnos una lección y apeló a la vigencia del ejemplo de Fidel para construir una sólida unidad antiimperialista.
Sobre esta cuestión, recordó que además del vigésimo aniversario del No al ALCA recientemente conmemorado, el próximo año será el del centenario del natalicio de Fidel y el del aniversario 200 del Congreso Anfictiónico de Panamá. Y concluyó que “la noche oscura que estamos viviendo ahora antecede al amanecer, que tiene que ser revolucionario y fidelista”.
El cierre del acto estuvo a cargo del jefe de la Misión cubana en Argentina, Jorge Martí, quien remarcó dos rasgos esenciales de Fidel: su compromiso inquebrantable con la verdad —base de la confianza del pueblo cubano— y su defensa permanente de la unidad como condición indispensable para sostener la revolución. Martí afirmó que esa coherencia vital hizo que el pueblo lo acompañara no como a un líder distante, sino “como a un dirigente valiente, leal y dispuesto a enfrentar los desafíos que imponía su tiempo”.