Con la participación de la Liga, diferentes organismos de Derechos Humanos de Salta recordaron a los caídos en la Masacre de Palomitas. “Debemos seguir luchando para que los juicios continúen”, dijo Mariana Leonard y añadió que “la Memoria debe seguir viva, tiene que saberse qué fue lo que pasó porque es parte de la historia argentina”.
“El 6 de julio de 1976 trasladaron a once presos políticos que estaban a disposición del PEN, desde la cárcel de Villa Las Rosas hacia la ciudad de Córdoba…eso fue lo que les dijeron”, refirió la integrante de la Liga Argentina por los Derechos Humanos de Salta (Ladh), Mariana Leonard, y continuó su relato señalando que todo se hizo en el marco de un terrible operativo en el que intervinieron miembros del Ejército, el Servicio Penitenciario y la Policía de Salta.
Todo pasó en medio de un apagón que alcanzó a toda la zona del penal que está en pleno centro de la capital provincial. “El personal del Ejército bajó en helicópteros en una canchita del fútbol ubicada dentro del penal y con un listado comenzó a llamar a los presos. La primera que llaman fue a Celia Raquel Leonard de Ávila que en ese momento estaba amamantando a Marcela, su hijita que había nacido el 11 de febrero de ese año en la cárcel. Celia era mi tía”, relata la referente de la LADH de Salta, Mariana Leonard.
El relato de Mariana es sereno, pero eso ni los largos años pasados desde el hecho que narra lo vuelven menos conmovedor, ni alcanza para disimular el dolor que continúa provocando esta herida que persiste abierta 49 años más tarde. “La obligaron a dejar de darle la teta a Marclea y las otras compañeras que estaban presas le acercaron algún abrigo para que se ponga porque no le permitieron llevar sus efectos personales y tampoco a la bebé” y en ese contexto los represores “comenzaron a nombrar a las otras compañeras, a Evangelina Mercedes Botta de Nicolai que hasta el día de hoy se encuentra en calidad de desaparecida, al igual que Georgina Graciela Droz”.
La Masacre de Palomitas sigue siendo un hecho que atraviesa a toda la sociedad salteña. Aquel 6 de julio a eso de las 19,30 horas, en medio de las penumbras, el Pabellón D del penal de Villa Las Rosas que era donde estaban alojados los presos políticos fue invadido por los uniformados que después de sacar a Benjamín Ávila, Roberto Luis Oglietti, José Víctor Povolo, Rodolfo Pedro Usinger, Alberto Simón Savransky y Pablo Eliseo Outes, arrancaron de las celdas a Georgina Graciela Droz, María Amaru Luque de Usinger, Evangelina Mercedes Botta, María del Carmen Alonso de Fernández y Celia Leonard de Ávila.
Bajo la mirada complaciente del subalcaide Luciano Rodríguez, se les informó a los presos políticos que iban a ser trasladados a Córdoba, “por razones de seguridad”. Poco después eran acribillados a tiros en el Paraje Palomitas, que está ubicado sobre la ruta nacional 34 a unos sesenta kilómetros al sur de la ciudad de Salta.
Con complicidad judicial, la dictadura intentó imponer la versión de que hubo un intento de fuga que derivó en enfrentamientos en distintos puntos de la región. Pasaron varios años para que la tarea consecuente de familiares de las víctimas y organismos de Derechos Humanos, permitiera ir reconstruyendo la trama de lo que fue una ejecución masiva y planificada: una verdadera masacre.
“Los compañeros fueron trasladados hasta el Paraje de Palomitas donde cortaron la ruta en dos extremos para poder perpetrar la masacre sin ningún inconveniente”, al tiempo que “asaltaron y robaron un par de vehículos de personas que iban circunstancialmente por la ruta, que son los vehículos en los que después se encontraron baleados e incinerados con los cuerpos sin vida de algunos compañeros”, puntualiza Mariana.
El ensañamiento persistió después de perpetrada la masacre. “Hubo cuerpos como los del matrimonio Ávila, el de mi tía Celia y Benjamín, el de Paulo Eliseo Outes, el de José Póvolo que fueron entregados a las familias en cajones cerrados, les dijeron que en ellos estaban los cuerpos pero sin permitirles hacer ningún tipo de duelo ni misa ni nada. En el caso de mi familia únicamente pudieron concurrir al sepelio un par de deudos”.
Fue recién durante abril de 1984, cuando se hizo la exhumación de los cadáveres por orden del juzgado federal que intervino en la causa abierta por este caso y, entonces, se pudo determinar que efectivamente se trataba de los restos de Celia y Benjamín. “Estaban esposados y tenían rastros de haber recibido disparos con diferentes tipos de bala en varias partes de sus cuerpos”, explicó Mariana, tras lo que insistió con que durante varios años se quiso enmascarar la masacre haciéndola pasar por un intento de fuga y enfrentamiento armado en el que habrían caído aquellos cuyos cadáveres fueron entregados.
Las lesiones causadas por diferentes tipos de proyectiles en los restos de Celia y Benjamín dejan al desnudo el intento de encubrimiento de este feroz y minuciosamente planificado crimen. El cuerpo de María del Carmen Alonso fue hallado en la localidad tucumana de Ticuchos, estaba dentro de uno de los autos que poco antes habían sido robados por los militares, acribillado e incinerado. Otros cuerpos fueron encontrados en Jujuy. “Todos son lugares no muy alejados del Paraje Palomitas sobre la misma ruta, por lo que se puede establecer con certeza que todo fue parte del mismo montaje por el que se intentó encubrir la masacre” denuncia Leonardo. En toda esta historia jugó un papel clave el ex juez federal Ricardo Lona quien, ya durante el presente siglo, fue juzgado por esta causa y falleció cuando se encontraba bajo prisión domiciliaria.
Acto
En este marco la Ladh es parte de los organismos de Derechos Humanos de Salta que organizaron el acto que tuvo lugar en el parque donde está ubicado el monolito que recuerda a quienes fueron asesinados en la Masacre de Palomitas, donde también está el Arco de la Memoria que honra a todos los detenidos desaparecidos salteños que fueron secuestrados en esa provincia y en otros sitios.
Durante el acto, recalcó Mariana Leonard, “se hizo un paréntesis para hablar también del actual gobierno que encabeza Javier Milei. Principalmente se habló sobre el papel de la vicepresidenta, Victoria Villarruel, que es negacionista y amiga de las fuerzas represivas de esa época, de hecho su padre y su tío estuvieron involucrados en el terrorismo de Estado”.
Tras lo que hizo hincapié en que en la oportunidad “también se denunciaron todas las injusticias que se están cometiendo desde el gobierno de Milei”, al tiempo que “hubo una mención especial para reclamar por Palestina Libre, que haya un alto el fuego y el fin de la masacre que se perpetra principalmente sobre la Franja de Gaza, tal como siempre lo reclamamos de la Liga”.
Así las cosas, además del caso del juez Lona, durante los juicios conocidos como Palomitas I y Palomitas II, fueron encontrados penalmente responsables de los delitos por los que se los acusaba y condenados por los tribunales federales, a militares y policías que tuvieron participación en la Masacre. Ellos son Carlos Alberto Mulhall, Hugo César Espeche, Luciano Benjamín Menéndez, Miguel Gentil, Joaquín Guil y Juan Carlos Alzugaray. Pero todavía quedan responsabilidades que están pendientes de condena, que se están analizando en el juicio Palomitas III donde en el banquillo de los acusados deben sentarse Rodríguez y el guardiacárceles Vicente Puppi.
“Estamos en el juicio Palomitas III, esta causa fue una de las primeras llevadas a juicio en Salta y por eso tiene la particularidad de que se sustancia con el código anterior que no permite el juicio oral y público, por lo que su trámite es por escrito y esto lo vuelve menos ágil”, explicó Mariana y advirtió sobre el peligro que a casi medio siglo de los hechos, representa la impunidad biológica para la Memoria, la Verdad y la Justicia. Asimismo, recordó que “uno de los acusados era Carlos Alberto Mulhall, quien falleció durante 2014”.
¿Pero cómo quedó instalada dentro de la comunidad salteña la memoria sobre este hecho? “La Masacre de Palomitas fue una de las más terroríficas que hubo en el país. En Salta se la conoce, se sabe lo que pasó y esto es algo que siempre intentamos trabajar con la militancia más joven como para que no se pierda la memoria”, refiere Leonard y añade que en esta dirección “damos charlas en colegios secundarios y siempre como organismos de Derechos Humanos tratamos de mantener viva la memoria”.
La Masacre de Palomitas atraviesa la historia colectiva del país y fundamentalmente de Salta, pero también lo hace con la historia personal de Mariana. “En mi caso particular, mi decisión de militar tiene que ver con mi propia historia familiar, ya que vengo de una familia militante, pero básicamente fue salir a luchar por la Verdad, por la Memoria y la Justicia, para que la Memoria se mantuviera viva”, reflexiona y recuerda que “Hijos fue el primer lugar que encontré como un resguardo en momentos en los que era muy difícil hablar públicamente sobre lo que había sucedido”.
Y, al respecto, advirtió que con el gobierno que encabeza Milei “se pretende volver a que no se pueda hablar sobre esto”, pero fue clara al remarcar que “desde la Liga y el resto de los organismos de Derechos Humanos, eso es algo que no vamos a permitir que suceda, para que la Memoria se mantenga viva siempre” y para eso resulta preciso “seguir luchando para que los juicios continúen”, para lograr sentencias de cárcel efectiva, pero también para que en los casos en los que la impunidad biológica se imponga, se pueda tener el derecho a la Verdad, ya que “la Memoria debe seguir viva y tiene que saberse qué fue lo que pasó porque es parte de la historia argentina”.