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Haití al borde de convertirse en un Estado fallido, víctima de un sistema “que prioriza los intereses el imperialismo y una pequeña élite”, mientras la mayoría de la población “vive en condiciones infrahumanas”, tal como lo describió desde el Comité Democrático Haitiano en Argentina, Henry Boisrolin.

Haití es la metáfora perfecta del drama que sufre Latinoamérica. Es el primer país en obtener su independencia y en emancipar a la población que estaba sometida a la esclavitud, pero también fue clave para que se pudiera consumar el proceso de la Primera Independencia regional, gracias al desinteresado apoyo que Alexander Petion brindó a Simón Bolivar.

Pero a lo largo de casi 250 años de historia, sucesivas dictaduras impuestas y amparadas por Francia y EE.UU., así como recurrentes intervenciones fundamentalmente estadounidenses, convirtieron a Haití en la formación estatal más empobrecida del hemisferio occidental. Y, durante los días que corren, está al borde de convertirse en un estado fallido.

El asesinato del presidente Jovenel Moise, en julio de 2021, aceleró un proceso de descomposición político y social que ya se venía profundizando, con un esquema de representación política que se exhibe incapaz de garantizar las funciones mínimas del Estado y la creciente irrupción de bandas armadas, más o menos organizadas, que de forma creciente ocupan funciones de las que se va replegando la autoridad estatal.

Con este telón de fondo, la semana pasada presentó su renuncia el hasta entonces primer ministro, Ariel Henry, pero antes de irse y desde Puerto Rico, propuso que se conforme un Consejo Presidencial de Transición que busque una salida a la profunda crisis institucional y política que ya lleva varias décadas en las que las intervenciones internacionales estuvieron al orden del día.

En este contexto, de acuerdo al portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, durante las últimas semanas se registraron más de quince mil personas desplazadas, mientras en Haití se especula con la llegada de una misión multinacional integrada por policías keniatas, que antes de viajar hacia Puerto Rico, negoció personalmente Henry.

Mientra tanto, la situación en Haití se degrada día a día y ya son 5,5 millones de personas, esto es la mitad de la población, las que necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir y en este contexto la ONU apenas recaudó un 2,5 por ciento de los 674 millones de dólares que precisa para poder efectivizarla.

Sobre esta situación, el referente del Comité Democrático Haitiano en Argentina, Henry Boisrolin, hizo hincapié en que la actual crisis es consecuencia “de décadas de políticas neocoloniales impuestas por EE.UU. y una élite local cómplice de sus intereses”, pero asimismo recordó que su país es víctima de un sistema “que prioriza los intereses del imperialismo y una pequeña élite”, al tiempo que la mayor parte de la población “vive en condiciones infrahumanas, sin acceso a servicios básicos como agua potable, electricidad o educación”.

Y fue contundente cuando explicó que esta situación desencadenó un creciente malestar social, “exacerbado por la manipulación de bandas paramilitares, cuyas armas provienen en su mayoría de EE.UU. a pesar del embargo de armas que pesa sobre el país”.