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Jue, May
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Política
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Se presentó cuadragésimo noveno proyecto que pretende legislar sobre el tema. Los anteriores fueron bloqueados a instancias del lobby ejercido por empresas, especialmente, aquellas agrupadas en la Cámara de Comercio de EE.UU. en Argentina.

Días atrás, el Proyecto de Ley de Envases volvió a ingresar al Congreso de la mano de la diputada Natalia Zaracho y lo hizo con un texto muy similar al que la presión que ejerció -básicamente- la Cámara de Comercio de EE.UU. en Argentina (AmCham), consiguió que se cayera hace seis meses.

La iniciativa había sido enviada por el ejecutivo con la firma de Alberto Fernández durante 2021 y logro recorrer diferentes comisiones, pero finalmente prevaleció el lobby de AmCham que tuvo un actor destacado en la multinacional Coca Cola. Así, durante diciembre de 2022 el proyecto perdió estado parlamentario y así se convirtió en el cuadragésimo octavo de las mismas características que fue bloqueado en lo que va de este siglo.

Como en otras oportunidades, esta vez la participación de cartoneros agrupados en cooperativas de diferentes puntos del país fue clave para la construcción de la iniciativa. Y como en las ocasiones anteriores, se espera que el recorrido parlamentario que le espera no sea nada fácil, ya que por más que se trate de una iniciativa sensata que busca transformar la basura en riqueza, enfrenta la abierta resistencia de buena parte del universo del capital.

Esto, entre otras cosas, expresa la contradicción insalvable que existe entre la cultura de lo efímero y lo descartable con la posibilidad de que se avance en un diseño de autogestión y democracia directa que es lo que encarnan los trabajadores de la economía popular.

Es que son los integrantes de las cooperativas de recicladores urbanos quienes tienen el expertiz en el manejo, reciclado y disposición final de este tipo de productos, algo que es indispensable para neutralizar el impacto ambiental negativo que provoca la ausencia de una normativa adecuada.

Por so es que el proyecto interpela al universo empresario sobre la responsabilidad que tiene respecto a aquello que produce y que le reditúa ganancias, pero asimismo pone en el centro del escenario a un segmento de trabajadores de la economía popular que es el que más y mejor viene haciendo algo en un tema vital como es el reciclado urbano.

La cosa es clara y por eso el texto se fundamenta en el concepto de Responsabilidad Extendida al Productor (REP), esto es, que las empresas se hagan cargo de la totalidad de lo que colocan en el mercado, lo que incluye el pasivo ambiental que generan los envases que en el escenario actual, en su gran mayoría, acaban en basurales donde contaminarán el medioambiente durante siglos.

Vale citar que en Argentina hay alrededor de cinco mil basurales a cielo abierto que son focos de contaminación, principalmente para las napas freáticas, pero que también generan otro tipo de problemas con los que habitualmente deben lidiar los intendentes municipales, quienes en caso de que prospere la actual iniciativa serían la autoridad de aplicación.

Lo que busca la iniciativa es que las empresas utilicen envases retornables o que opten por generar un sistema propio de reciclado. Y la otra alternativa sería el pago de una tasa menor al tres por ciento del costo de los envases que colocan en el mercado, tal como lo plantea el principio del REP.

Así las cosas, hasta ahora los intentos de legislar en este sentido chocaron con el muro construido por AmCham, que está apuntalado por algunos conglomerados massmediáticos y los bloques legislativos de Juntos por el Cambio. Y esto es así porque pese a que el monto de la tasa REP que se pueda establecer resulte insignificante, las corporaciones que actúan en esta industria son refractarias a cualquier medida que morigere el ritmo de maximización de su tasa de rentabilidad.

Pero por otra parte, legislar en este tema, necesariamente significa poner el ojo sobre quiénes son responsables de los pasivos ambientales, lo que lleva a cuestionar una forma de producir y consumir que es la que imponen las relaciones del capital, algo que genera demasiados residuos que el planeta no está en condiciones de procesar. Y, asimismo, permite invitar a reflexionar sobre el carácter criminógeno que tiene esta cultura de lo efímero y lo desechable, que es la que impone el sistema capitalista.

 

Consumismo, con C de capitalismo

 

Algo no anda bien si el envase se realza más que el producto mismo. Y esto es lo que hacen las técnicas de mercadeo, que las relaciones que impone el capital vienen construyendo desde hace varias décadas, pero el problema es que la mayor parte del packaging, suele estar hecho con materiales derivados de hidrocarburos que se formaron en un proceso natural que va de uno a varios millones de años.

Pero esto no es todo, ya que hay que añadir el proceso de extracción e industrialización, que transforma esas materias primas en un paquetito o envase llamativo que parece importar más que lo que contiene. Como se ve, se trata de demasiado tiempo como para que en un instante acabe enterrado en un basural donde va a contaminar durante cientos de años.

Al capitalismo le llevó mucho menos tiempo especializarse como sistema que fabrica porquerías innecesarias y técnicas que llevan a que para millones de personas, el consumismo patológico sea una forma de vida y un paradigma de felicidad. Y esta producción de bienes innecesarios es uno de los principales límites que caracterizan al actual momento que atraviesa la Crisis de Larga Duración del Sistema Capitalista, que lleva a un cuello de botella atravesado por la crisis de sobreproducción.

Otro de los rasgos distintivos de este momento, es el limitante que el propio sistema ecológico le pone a la expansión del capitalismo. Y ante esto, una de las vías de escape de la segunda mitad del siglo 20 fue la deslocalización que llevó a que las formaciones estatales capitalistas de más volumen, morigeren el impacto ambiental que desde hacía décadas provocaban en sus territorios, para llevar esa contaminación a países de los que denominan “en vías de desarrollo”. Pero en poco tiempo empujaron a buena parte del sur global a una situación de estrés ambiental que afecta, tierra, aire y agua.

Y aunque la cosa promete ponerse cada vez peor, la buena noticia es que otro de los límites que tiene la expansión del sistema capitalista, está en el sujeto social al que agrede: los trabajadores. Por eso resulta saludable que, como en el caso del Proyecto de Ley de Envases, sea justamente desde un espacio constituido por trabajadores de la economía popular desde donde surjan respuestas, saludables, sensatas, originales y sobre todo cuestionadoras de un sistema que rompe todo lo que toca.