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Política
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Argentina va conseguir su membresía para el Brics en la cumbre que este mes se celebrará en Sudáfrica ¿Una llave para pensar que es posible avanzar en un proceso de desdolarización de nuestra economía? ¿Qué piensan Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta al respecto? Una historia de elefantes y bueyes.

“Estoy absolutamente preocupada por las inversiones chinas”. La frase fue dicha por la jefa del Comando Sur de EE.UU. (Southcom), Laura Richardson, cuando la semana pasada volvió a exhibir su postura respecto al aumento de las inversiones que la República Popular China (RPCh) hace en infraestructura crítica en América Latina. Y, esta vez, lo hizo al exponer ante un auditorio convocado por un think-tank con sede en Washington, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, pero también en momentos en que desde el Brics se informó que en la cumbre de jefes de Estado que este bloque va a celebrar dentro de tres semanas en Sudáfrica, se va a aprobar la membresía de Argentina.

Vale citar que nuestro país encabeza una lista de más de una treintena de formaciones estatales que solicitaron su entrada al bloque, entre los que figuran Arabia Saudita, Malasia, Indonesia, México, Nigeria, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Egipto. La incorporación de Argentina que está particularmente apadrinada por Beijín y por el presidente Luis Inácio Lula da Silva, planea también el acceso al Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) o Banco de los Brics, lo que abre una puerta más que interesante a la posibilidad de que el Estado argentino tenga herramientas de financiamiento para el comercio y desarrollo que eludan la dependencia del dólar y la grave restricción externa que plantea.

Pero asimismo la entrada al banco con sede central en Shanghái, viabiliza la posibilidad de obtener apoyo financiero para aliviar la situación que el país acarrea como consecuencia de la ilegal e ilegítima deuda contraída por la Presidencia Macri con el FMI. “El Banco de los Brics tiene que ser más eficaz y más generoso que el FMI”, recalcó días atrás el presidente brasilero y añadió que esta banca “debe existir para ayudar a salvar a los países y no para sumergir a los países”.

Y se mostró optimista con que en la cita de Sudáfrica quede sellado el ingreso de nuevos miembros al Brics, algo que consideró necesario para fortalecerlo y que esté en condiciones de “discutir que el modelo del Grupo de los 7 está superado”, al tiempo que sostuvo que el NBD que dirige Dilma Rousseff está llamado a convertirse en alternativa a las instituciones que surgieron en Bretton Woods.

Por lo que no dudó cuando insistió con que es preciso que el Brics construya una “moneda propia para desdolarizar” el comercio entre sus miembros y planteó: “¿Por qué Brasil necesita dólares para comerciar con China o Argentina, si se puede hacer con monedas locales?”.

Y esto de la desdolarización es una de las claves para comprender varias de las cosas que pasan, ahora mismo, en el mundo y en Argentina ¿Se está acelerando el proceso de desdolarización de la economía a escala planetaria? Al parecer hay algunos indicios que van en esa dirección: no hace mucho Lula Da Silva dijo que es preciso crear una moneda sudamericana que sustituya al dólar para los intercambios comerciales regionales y, en marzo, la RPCh y Brasil anunciaron que comienzan a emplear el real y el yuan como medio de pago de su intercambio comercial.

Pero no son los únicos. De acuerdo un informe que hizo público el FMI, más de sesenta formaciones estatales avanzan en tal dirección, al tiempo que crece la reducción de la tenencia de bonos del Tesoro Estadounidense por parte de varios países: durante 2022 esto ascendió a 425.900 millones de dólares, mientras que en lo que va del siglo, la caída de la participación de la moneda de EE.UU. en las reservas de divisas de los bancos centrales a escala mundial fue de diez puntos porcentuales.

Por su parte, las rupias se imponen como moneda de pago por parte de India y EAU en lo que hace al comercio de materias primas no petroleras, en un criterio similar al adoptado por Arabia Saudí. Y hasta Emanuel Macron, sorprendió cuando a principios de julio dijo que “Europa debería oponerse a la extraterritorialidad del dólar”.

Mientras que la Organización de Cooperación de Shánghai que reúne a la RPCh, Rusia, India, Pakistán y otros países de Asia central está avanzando en tal sentido y, en su cónclave de marzo, sumó a Irán y a Arabia Saudí. Precisamente en ese ámbito, los presidentes Vladímir Putin y Xi Jinping, anunciaron un acuerdo por el que el petróleo ruso y otros productos vendidos por Rusia a la RPCh, se paguen en yuanes.

Y aquí vale destacar que también durante ese mes, por primera vez el yuan superó al dólar como la moneda más usada por la RPCh para su comercio internacional, con un 48,4 por ciento del total de sus transacciones, en tanto que el 47 por ciento se siguen realizando en moneda estadounidense de acuerdo a un informe de la Administración Estatal de Divisas China. El dato más relevante es que en diez años, la utilización del dólar bajó del 83 al 47 por ciento.

Y aunque el empleo de yuanes para el intercambio internacional todavía es baja, sobre todo por el impacto que tiene el que realizan EE.UU. y la UE, queda claro que crece de manera sostenida tal como se puede observar por todos estos ejemplos a los que hay que sumar el de Argentina que con la activación del swap, a partir de mayo comenzó a pagar con moneda china el equivalente a 1.040 millones de dólares correspondientes a importaciones provenientes de la República Popular.

Pero no sólo esto, ya que en un acto de abierto desafío al FMI, el Banco del Pueblo que es la autoridad monetaria de la RPCh, autorizó que nuestro país emplee yuanes del swap para pagar parte de los vencimientos de deuda con el FMI correspondientes a junio. Y asimismo, ante el cuello de botella que plantearon los vencimientos de capital e intereses de estos días, jugó una carta de fuerte contenido geopolítico cuando amplió la posibilidad de que Argentina use el segundo tramo del swap para que el equivalente en renminbi de 1.700 millones de dólares, pueda garantizar el pago de este compromiso con el Fondo.

 

Al ritmo del Halls of Montezuma

 

Desde los acuerdos de Bretton Woods, el dólar se constituyó en una herramienta eficiente para que EE.UU., en tanto formación estatal que es el principal garante para la clase capitalista, exporte la crisis del sistema capitalista desde su centro hacia su periferia.

Así, de la mano de la manipulación del precio de esta moneda, la Reserva Federal que no es otra cosa que lo peor y más concentrado de los actores de la financierización, le echa más nafta al incendio que provocan las reiteradas crisis, lo que lleva a que la economía global caiga recurrentemente en riesgos financieros y burbujas.

De esto va la arbitraria suba de tasas de interés con las que, habitualmente, juega la Reserva Federal y que durante el período que viene desde marzo de 2022, hizo que las tasas se modificaran diez veces. Esto es el precio que le pone a la moneda estadounidense ¿Pero cómo impacta esto más allá de las fronteras de EE.UU.? De acuerdo a un informe de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo, cada vez que la Reserva Federal aumenta en la tasa de interés, representa una reducción de 0,5 por ciento para la producción económica en el caso de los países desarrollados, en tanto que en el del resto de las formaciones estatales, este impacto negativo alcanza hasta un 0,8.

Y para que este esquema de espolio sea sustentable, EE.UU. tiene más de ochocientas bases militares desplegadas por todo el mundo, lo que constituye un formidable aparato disuasivo y represivo para quien pretenda salirse de la órbita del dólar. Pero, a su vez, ese impresionante aparato militar se financia con el producto del drenaje de riquezas que se arrancan desde el Sur Global hacia EE.UU.

Como se ve, el negocio es redondo, ya que tal como sucede en las películas, son los mafiosos quienes compran su armamento y pagan a sus matones con el dinero que les roban a sus víctimas. Sólo que en este caso, los gángsters son banqueros, empresarios, financistas y líderes que aspiran a llegar a la Casa Blanca, mientras que su brazo ejecutor asesina al ritmo del Halls of Montezuma.

Y de la mano de esto, van las sanciones económicas con las que Washington y sus organismos subalternos como el FMI y el Banco Mundial, buscan disciplinar y desestabilizar a gobiernos que cuestionan a este esquema. Los datos son abrumadores. Durante lo que va del siglo 21, EE.UU. echó mano de este recurso a razón de dos países sancionados por año. Para los que aceptan quedarse dentro del redil, principalmente en los casos del Sur Global, el premio es la imposición de las recetas del Fondo, algo que en Argentina conocemos bien porque padecemos los recurrentes procesos de sobreendeudamiento a los que se somete al pueblo con la abierta complicidad de la clase capitalista que actúa en el país y se beneficia con ellos.

De esta práctica pirata, lo último fue la incautación de alrededor de trescientos millones de dólares en concepto de activos del Banco Central de Rusia, que formalizó EE.UU. en el contexto de la guerra de agresión que perpetra junto a sus socios de la Alianza Atlántica. Todavía resta por verse cuál puede ser el verdadero alcance de esta decisión que, si bien perjudica coyunturalmente a Rusia, también aceleró decisiones de volumen táctico y estratégico por parte de de ese país como el fortalecimiento de acuerdos bilaterales entre Moscú y Beijín, así como entre el Kremlin y los estados miembros de la Organización de Cooperación de Shánghai.

Así las cosas, este nivel de agresión imperialista en pos de la defensa del dólar como moneda de intercambio mundial excluyente, expresa de qué va el actual momento del desarrollo de la Segunda Crisis de Larga Duración del Sistema Capitalista. Es que amenazado permanentemente por sus propias contradicciones internas, el capitalismo consigue sobrevivir merced a la capacidad que tiene para mutar y reequilibrarse en cada periodo histórico.

Y la mutación que le permitió escapar hacia delante después de su Primera Crisis de Larga Duración, se caracterizó por la necesidad de exhibir una cara reformista sustentada por un aparentemente inagotable ciclo de producción consumo que favoreció ciertos niveles de integración al sistema de la clase trabajadora.

Pero después la cosa se puso más chiva, ya que a poco de andar fue quedando claro que por más buena onda que se le pusiera, el capital no se iba a volver humano ni social. Y es que aquel diseño sirvió para que Europa occidental compitiera con un bloque oriental que -entre otras cosas- garantizaba salud, vivienda, educación, recreación y sistema de pensiones universales y gratuitas, además de trabajo para todos. Pero estaba concebido como una respuesta de coyuntura y para satisfacer las necesidades de mercados nacionales, donde el reparto del mínimo capital social se podía llevar a cabo a costa de la explotación que se profundizaba en otras partes del planeta.

Y, aunque les duela a los optimistas, esto desnudó a las claras la inviabilidad de un keinesianismo planetario. De ahí que la siguiente mutación opera en sentido contrario y está caracterizada por una progresiva financierización de la economía -regida por el dólar- con la que el sistema pretende volver a sortear las contradicciones y límites que lleva inscriptas en su propio ADN.

En esto está la raíz de esta fase de alta inestabilidad del sistema que se pone en evidencia en estos días por medio de convulsiones e incertidumbre. Y esto es así porque, entre otras cosas, la clase trabajadora es la que perdió en el proceso vertiginoso del paso de la mecanización a la automatización y economía del conocimiento, asociado a la codicia que lleva a la hipermaximización de la tasa de rentabilidad por parte de la clase capitalista.

Hasta no hace mucho, al menos dentro de las economías capitalistas centrales y en alguna medida en aquellas de segundo orden como la argentina, los trabajadores expulsados por la deslocalización industrial, pudieron encontrar refugio en el sector terciario. Aunque esto también está cambiando con la nueva vuelta de rosca de la revolución industrial que combina avances de la informática, la microelectrónica, la biogenética y robótica, algo que se ve cabalmente con esto de la inteligencia artificial que aunque parezca de ciencia ficción, plantea la amenaza concreta de que máquinas puedan realizar gran parte del trabajo también en el área de servicios.

Pero una de las principales paradojas que presenta esta historia, es que al tiempo que incrementa la desocupación, el capital puede extraer menos plusvalía, en tanto que necesita acelerar el ritmo de sustitución tecnológica, lo que implica una inversión productiva en maquinaria cada vez más onerosa y menos rentable, ya que este proceso dificulta la amortización de la inversión.

Todo esto empuja a que el capitalismo busque fuentes de crecimiento que no están relacionadas con la dinámica productiva, pero que garanticen la maximización de tasa de rentabilidad aunque sea sin generar nueva riqueza ni valor social. Y el mecanismo por excelencia para esto, es la financierización de la economía en la que la hegemonía global del dólar resulta una pieza clave.

Se trata de un proceso en el que el capital (¡y la clase capitalista!) huye de la producción, pero también de la lucha de clases, ya que en el universo de las finanzas el capital está libre de trabajadores que resistan a la explotación y a la imposición de condiciones de vida atravesadas por la desigualdad.

Y, entonces, puede liberar sin pudor toda su pulsión criminógena para mostrar, cada vez más, su rostro especulativo y rentista. Una economía-casino en la que la apropiación y concentración de riqueza, va asociada a que este proceso se perpetra sin que se produzca nueva riqueza social, mientras que la financiarización también multiplica la fabricación de capital ficticio -que carece de respaldo en la economía real- y que se genera por medio de mecanismos como bolas especulativas creadas a partir de derivados que son derivados de otros derivados.

Un informe del Banco de Pagos Internacionales, da cuenta de que mientras el PIB mundial ascendería a algo así como ochenta billones de dólares, el capital ficticio rondaría los quinientos y documentos de la Reserva Federal de EE.UU. hablan de que sería de 1.100 billones.

Esto quiere decir que apenas uno de cada veinte dólares tendría respaldo real. Y si esto explica en buena medida por qué la clase capitalista por medio de su brazo ejecutor EE.UU., es capaz de empujar al mundo hacia lo que podría acabar en una guerra nuclear, también sirve para aclarar las razones por las que necesita garantizar el sobreendeudamiento de formaciones estatales que como en el caso de Argentina tiene en sus reservas naturales condiciones necesarias para asegurar un flujo de riqueza constante que siga inflando este globo.

 

Cosas de elefantes

 

Los que saben sobre paquidermos, dicen que la mejor manera para ocultar un elefante es adentro de una manada de elefantes. Esto es algo que tiene claro lo peor de la clase capitalista que actúa en nuestro país que, conforme se acerca la fecha de las elecciones, acelera su bombardeo con datos y consignas tan huecas como emocionalmente eficaces.

Explicar por qué buena parte de trabajadores drásticamente agredidos por el sistema capitalista van a votar por una de sus peores expresiones, es algo que excede el propósito de este artículo. Pero sin pretender justificar tal procedimiento, vale señalar que el actual gobierno no quiso o no supo utilizar el envión que le brindó el consenso social que se plasmó en el triunfo de 2019, para explicar el verdadero condicionante que significa la deuda contraída por el Gobierno Cambiemos y mucho menos para investigar y sancionar a quienes perpetraron esa maniobra delictiva (Ver Deuda, elecciones…¿y después?).

Y esto es importante recordarlo a horas de que comience a determinarse el panorama institucional de al menos los próximos cuatro años, que es cuando se van a definir algunas cuestiones que pueden marcar qué tipo de relaciones existirán entre los universos del trabajo y el capital, pero asimismo, aspectos clave inherentes al tipo de matriz productiva y qué lugar puede ocupar Argentina en un escenario mundial cada vez más complejo.

“Nosotros a los Brics no vamos. Creemos que el mundo tiene dos dimensiones. Una, que tiene que ver con la democracia, con los valores, en la que la democracia es parte de la vida de las sociedades, como Estados Unidos, Europa, Israel, una parte importante de América Latina y otro mundo que tiene una mirada más autocrática”, dijo Patricia Bullrich a principios de mayo ante el auditorio reunido en la Cámara de Comercio de EE.UU. en Argentina (AmCham) y añadió que “nuestra idea está siempre en lo que se llama tradicionalmente el mundo occidental”.

Por su parte, hace poco más de una semana, cuando se presentó en sociedad, dio algunas precisiones al respecto el equipo que está trabajando el plan de política exterior que implementaría un eventual gobierno encabezado por Horacio Rodríguez Larreta. Ahí no hubo definiciones ni caras nuevas, ya que la exposición estuvo a cargo del secretario general y de Relaciones Internacionales de Ciudad de Buenos Aires, Fernando Straface, el que fuera canciller de Mauricio Macri, Jorge Faurie, y el ex ministro de Economía Alfonso Prat Gay.

“Diremos no porque Argentina esta en una lista de ingresantes y no hay una claridad sobre el ingreso, no nos vemos representados con ese grupo de países, pondremos puntos suspensivos”, sostuvo Prat Gay al ser consultado sobre su postura respecto al Brics, tras lo que hizo hincapié en que “nos interesa mucho más el ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos”, que es un organismo enmarcado dentro del mismo esquema al que pertenecen el Banco Mundial y el FMI.

Entonces, si para muestra suele alcanzar con un botón, dos deberían ser más que suficientes como para exhibir qué es lo que se puede esperar que pase si uno de los precandidatos que postula Juntos por el Cambio, acaba entrando a La Rosada el 10 de diciembre.

Y esto también explica por qué, en medio de un escenario global en el que se cuestiona la preeminencia de la moneda estadounidense, la campaña electoral en Argentina está atravesada por el fetiche del dólar que -al parecer- para una parte sobre todo de sectores de ingresos medios, resulta tan efectivo como el mantra de la palabra “cambio” que retumba hasta el hartazgo.

Es evidente que con la desdolarización podría plantearse un nuevo orden mundial de tipo multipolar, basado en un sistema de moneda internacional diversificado, que al no estar atado a las eventuales crisis que pueda tener una moneda única como lo que pasa ahora con el dólar, podría presentarse como más estable. Y si bien no se trata de un escenario que esté a la vuelta de la esquina, todo parece indicar que su advenimiento es más que probable. La pregunta es qué tan traumático va a ser este paso.

En este contexto, aunque la cosa no dé cómo para ir a festejar al Obelisco, está claro que Argentina reúne condiciones que pueden favorecer que ocupe un lugar interesante en tal escenario a raíz del lugar estratégico que ocupa en el Atlántico Sur (donde la Otan ya tiene instalada una base en Malvinas) como puerta a la Antártida, así como por sus recursos naturales entre los que se destacan el litio, los hidrocarburos y los que otorgan condiciones ideales para la producción de alimentos, entre otros.

Esto lo sabe la RPCh que sin dudas es la locomotora que viene traccionando la posibilidad de construcción de este nuevo orden global, y también Lula que tiene claro qué es lo que se juega en estos días en nuestra región. Pero, asimismo, lo saben los malos de la película. De esto van la nuevas y recurrentes declaraciones que, con tufo a amenaza hizo Laura Richardson, así como la postura de los precandidatos de JxC a la hora de rendir examen ante sus patrones de AmCham.

Todo esto habla de que Argentina es una formación estatal que tiene relevancia en términos geopolíticos, geoestratégicos y geoeconómicos más allá de la tradicional subordinación a los intereses de EE.UU. que expresa la clase capitalista que actúa en nuestro país, que condiciona la política exterior y somete la economía a recurrentes rondas de sobreendeudamiento y destrucción y degradación social (Ver La clase capitalista no va al Paraíso).

Pero esto no es todo. A la hora de vender las presuntas bondades del capitalismo y de imponer la fetichización del dólar, la industria massmediática y cultural dicen que se trata del mejor sistema posible y, para avalar tal argumento, echan mano a análisis de organismos como el FMI y el Banco Mundial, que por ejemplo señalan que la globalización capitalista hizo que la mayoría de la población del planeta viera crecer sus ingresos y por lo tanto su calidad de vida.

Para esto construyen teoría político-económica apuntalada con trabajos como los del ex jefe de investigación del Banco Mundial, el economista Branko Milanovic, que baja la persiana al afirmar que en tanto sistema socioeconómico dominante, el capitalismo se estableció como único sistema planetario viable y que, además, esta aseveración se corroboraría por lo que explica en su Gráfica del Elefante.

¿De qué va todo esto? Es una gráfica que muestra una curva que si se la mira con algo de imaginación, permite ver el contorno de un paquidermo. Ahí se expresa el impacto negativo que significó la irrupción neoliberal del período Reagan-Tatcher. Pero el elefante también muestra que pese a que el 0,1 por ciento de la población más rica percibe tantos ingresos como la mitad más pobre de los seres humanos, se verifica un aumento en el nivel de ingresos (y de la calidad de vida) en los distintos grupos sociales a escala planetaria.

Así, concluye que aunque los datos de casi todos los indicadores señalan que en el mundo capitalista las cosas vienen yendo de mal para peor, cuando se mete todo en la licuadora, lo que sale es que en lo que va del siglo son más las personas que mejoraron su nivel de vida ¿Pero cómo es esto?

La respuesta está en el crecimiento sostenido que viene llevando a cabo la RPCh, merced al diseño del Partido Comunista y al impulso que le dan sus más de cien millones de militantes y cuadros políticos que ocupan lugares claves en cada estamento de la administración estatal, pero también en el de las empresas estratégicas donde el Estado de la República Popular mantiene la mayoría accionaria y la acción dorada.

Esto consiguió que durante las últimas tres décadas, novecientas millones de personas salieran de la pobreza para acceder a estándares de vida homologables a los que desde la segunda mitad del siglo 20 tuvieron las clases medias europeas y estadounidenses. Para dimensionarlo mejor: estamos hablando de veinte veces la población de Argentina.

¿Qué quiere decir todo esto? Que esta curva que exhibe la Gráfica del Elefante se sostiene por el crecimiento y la movilidad social ascendente que existe en la RPCh, que es de tal magnitud que permite equilibrar la caída del nivel de vida que se verifica sobre todo entre las capas medias y trabajadores del occidente capitalista.

Esto impone la necesidad de reflexionar, otra vez, sobre el relato con el que se asevera que el sistema capitalista garantiza una creciente igualdad de oportunidades. Pero también, la contundencia de estos datos, vuelve necesario preguntar si acaso éste es el “peligro” que tanto preocupa a la titular del Southcom. Y si es de esto de lo que nos quieren “proteger” Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich con la postura que tienen respecto al Brics.

Y resulta necesario hacerse este tipo de preguntas, porque en nada hay elecciones en las que, más allá del poco entusiasmo que parecen despertar, se pone en juego entre otras cosas la posibilidad de avanzar en un camino que paulatinamente ponga en discusión esto de la desdolaricación de la economía nacional y también el ingreso al Brics. Esto es, si se abre una puerta diferente hacia un nuevo escenario global multilateral o si como vagón de cola vamos a acompañar a EE.UU. en su decadencia.

Y en este punto vale aclarar que la entrada al Brics no es la panacea universal para los problemas que tiene Argentina y su clase trabajadora, pero esto no hace que deje de ser un paso importante, aunque llegado el momento habrá que decidir si se quiere una inserción en ese bloque para reproducir un modelo profundamente asimétrico como el de India o si, al menos, se avanza a algo parecido al diseño de la RPCh.

Pero todo esto puede ser sólo una entelequia si el bloque de representación política que va a desde la derecha a la ultraderecha gana las Presidenciales. Esto es algo que queda en evidencia después de la experiencia de 2015, que abrió las puertas al Stand-By de 2018. Y está claro que la actual coyuntura plantea serias contradicciones, que los comunistas debemos resolver priorizando un planteo táctico que tenga un sentido estratégico. Después de todo de esto van las reglas que impone la dinámica de la democracia liberal burguesa, por lo que en esta hora resulta prudente pensar en que no es una buena idea poner el carro adelante de los bueyes.