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Dom, Abr
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Política
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Las concesionarias de energía eléctrica juegan su partido de cara a las elecciones. Un apagón muy sugestivo y una historia plagada de oscuridad.

Hace tres semanas, un día antes de la primera vuelta de las Presidenciales, en la ciudad de Buenos Aires alrededor de 171 mil usuarios de Edesur sufrieron un corte en el suministro de energía que, entre otros barrios, afectó a Almagro, Balvanera, Boedo, Parque Patricios, Montserrat, Recoleta, San Nicolás y zonas de Caballito, Constitución, San Cristóbal y Retiro. Fue sobre el mediodía y desde la distribuidora de energía se informó que se trató de “un evento en la red de alta tensión que afectó el suministro” y que se preveía que recién por noche se normalizaría totalmente la situación, pero un llamado del Ente Nacional de Regulación Eléctrica consiguió que una hora más tarde ya estuviera regularizada.

Durante los días previos el escenario preelectoral estuvo plagado de operaciones que buscaron afectar el ánimo público, entre las que se destacó el pustch que provocó una corrida cambiaria  tan fuerte como injustificada (Ver Al borde del Rubicón). Y aunque no es prudente abonar a posturas conspiranoicas, el corte y su resolución aparecen como bastante sugerentes por el momento en el que tuvo lugar y porque la empresa responsable viene de ser protagonista de una serie de episodios que la pusieron en el ojo del huracán pero además es público que está de salida del país.

A comienzos de este año, en medio de una inusual ola de calor, Edesur fue protagonista de cortes de energía eléctrica que se extendieron durante varios días y que dejaron, en algunos casos, a segmentos de más de setecientos mil usuarios afectados, lo que desnudó que la inversión hecha por las concesionarias es insuficiente y que las inversiones que se hicieron en el rediseño de las redes tuvieron que ser solventadas por el Estado.

Aquella vez las principales zonas del conurbano afectadas por cortes fueron Avellaneda, Almirante Brown, Berazategui, Esteban Echeverría, Quilmes, Lomas de Zamora y Lanús, mientras en la Ciudad de Buenos Aires, Mataderos fue el barrio que llevó la peor parte. En todos los casos, se trata de zonas concesionadas a Edesur y esto tiene algunas explicaciones: Edenor tiene 149 cuadrillas de mantenimiento, Edesur sólo posee 82, en tanto que en el caso de las guardias operativas, la prestadora de la zona norte cuenta con 243 y la otra con apenas 149. En los dos casos son pocas y se terciariza la tarea, pero al comparar lo que dispone una y lo que tiene la otra, queda claro por qué los cortes en la zona de Edesur suelen ser más prolongados.

Este escenario fue posible por el esquema de privatizaciones que destruyó Segba bajo la Presidencia de Carlos Saúl Menem, para otorgar la concesión del servicio en la Zona Amba a Edesur y Edenor, con lo que dos monopolios atraparon a la región más densamente poblada del país, sometiéndola a una prestación que siempre fue deficitaria y a un diseño en el que sólo se apunta a la maximización extrema de la tasa de rentabilidad de las dos multinacionales.

Pero además el negocio es redondo ya que desde entonces vienen ajustando costes vía salario y recorte de personal, lo que provoca una caída en su capacidad de respuesta en circunstancias de más demanda de energía. Y el combo se completa con una inversión que siempre fue por debajo, incluso, del escaso rango que exige el esquema de privatizaciones.

Y además bajo todos los gobiernos de los últimos treinta años, el Estado las asistió por medio de subsidios millonarios y condonación de deudas como la que hace algunos benefició a Edesur, Edenor. Pero la máxima expresión de generosidad estatal hacia estas concesionarias vino de la mano de Mauricio Macri, cuya Presidencia las benefició con un tarifazo del 3700 por ciento y ahora de la mano de Javier Milei, promete que va a hacer lo mismo pero más rápido. Entonces, conspiranoia o no, vale la pena estar atentos, porque en esto de crear climas sociales adversos, cuando se corta la luz todo se ve más oscuro.