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Jue, May
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Política
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Una inflación que mete miedo y un paquete que despierta algunas esperanzas ¿Quién es peor el gringo que nos compra o el criollo que nos vende? Financierización y precariado: la mira está puesta sobre el proletariado ¿Còmo se milita para evitar que el bloque que va de la derecha hacia la ultraderecha gane las Presidenciales, siendo comunistas y sin perecer en el intento?

La variación mensual del 12,4 por ciento que registró la inflación de agosto, lleva el registro interanual al 124,4 y refleja una aceleración del 6,3 por ciento respecto a julio, al tiempo que plantea una dinámica en la que pese a la morigeración que se advierte en lo que va del presente mes, permite anticipar que se va a mantener un escenario de inflación elevada, tal como lo reconoce el propio Proyecto de Presupuesto 2024 del que en estos días se conocieron algunos detalles, cuyo texto señala la aspiración de que el año venidero se ubique en el orden de los setenta puntos.

Lo cierto es que el dato de agosto no pudo sorprender a nadie. Con los resultados de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias todavía calientes, y con pocos dólares para responder a un nuevo pustch cambiario, el Banco Central aumentó el tipo de cambio oficial a 350 pesos, lo que implicó una devaluación del veintidós por ciento con lo que estableció un escenario que espera que se sostenga hasta las elecciones del 22 de octubre.

Como era de esperarse, esto provocó una fiebre remarcadora de precios que implica un terrible golpe al bolsillo de los trabajadores. Pero además vuelve a dejar en claro, al menos, tres cosas: que Argentina presenta un régimen de alta inflación, que el acuerdo con el FMI es un componente contundente para comprender este fenómeno y que a caballo de esto se monta sistemáticamente la codicia infinita del universo del capital que busca apropiarse de todo lo que pueda de aquel de los trabajadores. Y que, por lo tanto, la inflación no es otra cosa que un episodio clave de la lucha de clases.

Por eso es que, en este punto, vale la pena recordar el papel que en la construcción de este régimen de alta inflación tuvieron la última dictadura, la convertibilidad y el macrismo que modificaron la estructura productiva del país mediante un proceso de destrucción de la matriz industrial, reprimarización, concentración y dependencia de la economía respecto al capital transnacional, como así porque empujaron a Argentina hacia una sumisión perruna a un modelo letalmente permeable a la financierización global.

Y, asimismo, hay que recalcar que este camino comenzó coincidentemente con el momento en el que la Crisis de Larga Duración Capitalista entraba en su segunda etapa, que se caracterizó por la salida del dólar del patrón oro, el agotamiento del modelo keynesiano y la irrupción a escala planetaria de un esquema de negocios en el que existe una contundente preeminencia del capital ficticio, esto es la financierización.

Pero la inflación también es una herramienta clave dentro de la batería a la que echa mano la clase capitalista que actúa en Argentina, porque aporta a macerar a personas a las que cada vez les cuesta más planificar sus vidas, lo que las pone en una situación de suma fragilidad y listas para aceptar otra vuelta de rosca de un capitalismo que sólo puede ofrecer más desigualdad.

Y sin que esto signifique entrar en una lectura conspiranoica de la realidad, hay que señalar que detrás de lo que refleja cada IPC, aparece la mano de jugadores globales muy pesados de la clase capitalista que tienen su bloque de representación política en nuestro país y que en estos días sólo esperan saber si va a ser Javier Milei o Patricia Bullrich, quién le abra las puertas a la imposición de una agenda que viene a completar la tarea que comenzó el 24 de marzo de 1976 (Ver Un programa, dos demonios y La clase capitalista no va al Paraíso).

 

Propuestas :

 

Aunque no es el objetivo de este artículo analizar por qué pasó, lo cierto es que ninguna reflexión sobre la actual coyuntura puede soslayar el hecho de que todo el escenario de representación política se corrió hacia la derecha y que esto es, en buena medida, producto de un desplazamiento previo buena parte del escenario social en idéntica dirección (Ver ¿La hora de los enojados?).

Este es el marco en el que transitamos la previa a unas Presidenciales que se presentan como claves. Y con este telón de fondo, Unión por la Patria aparece como el bloque de representación política que desde algunos rasgos neokeynesianos vuelve a plantear un paradigma que se basa en la confianza en que con las herramientas del Estado Liberal Burgués, se puede someter al universo de las finanzas y la especulación a una lógica de economía productiva.

En este camino y con la necesidad de remontar un escenario bastante adverso como el que se evidenció en las Paso, durante la semana pasada Sergio Massa volvió a anunciar medidas y anticipó otras cuyos detalles va a hacer públicos durante los próximos días. Algunas de estas propuestas son:

 

* Proyecto de ley para regular las relaciones de trabajo en economías de plataforma, como Uber, Rappi y otras similares.

 

* Proyecto de ley de reducción de jornada laboral a cuarenta horas semanales.

 

* Proyecto de gravámen mínimo del quince por ciento sobre las ganancias de multinacionales que operan en nuestro país, de acuerdo a un consenso con 138 países en que se dio el marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos.

 

* Apertura del Registro Único de Solicitantes de Lotes, destinado a familias que necesiten un terreno para vivir o para producir, de acuerdo con la propuesta que oportunamente hizo Juan Grabois, su rival en la interna de Unión por la Patria.

 

* Baja de retenciones a cero para las economías regionales.

 

* Proyecto de ley Emplea PyME, con reducción del cien por cien de los aportes patronales por dos años para nuevos puestos de trabajo.

 

* Eliminación del impuesto a las ganancias para el 99 por ciento de los trabajadores en relación de dependencia.

 

* Proyecto de ley de Financiamiento Educativo que elevará del seis al ocho por ciento del producto la inversión del Estado en esta área.

 

* Devolución del IVA en productos de la canasta básica que representa alivio de casi veinte mil pesos mensuales para 18 millones de personas.

 

Proyecto de reducción de subsidios a grandes empresas, contextualizado en un Presupuesto 2024 que plantea una meta de un punto de superávit fiscal.

 

Ayuda de 45 mil pesos se abonará en tres cuotas para todos los jubilados y pensionados, afiliados al PAMI y que perciban una remuneración equivalente a un haber mínimo y medio mensual.

 

 

El que compra y el que vende

 

El paquete que fue anunciando por el candidato presidencial de Unión por la Patria, tiene su factor común en que se trata de medidas que impactan en una recuperación de la capacidad adquisitiva, fundamentalmente, de los sectores medios y de aquellos que están entre los más agredidos por la feroz transferencia de riqueza hacia la clase capitalista, que se viene verificando en Argentina -sobre todo- desde hace una década.

Pero, asimismo, por primera vez en mucho tiempo, Massa logró que el bloque de representación política que integra se coloque en el centro del escenario con iniciativas propias y propositivas, lo que le permite surfear sobre el filo de la navaja que implica formar parte de un gobierno que con la inflación y la degradación de la calidad de vida de la mayoría dem los argentinos, paga el precio de haber aceptado renegociar los términos del Stand-By de 2018 sin investigar el robo que implicó el acuerdo alcanzado por Mauricio Macri y su runfla con el FMI (Ver Deuda, elecciones…¿y después?).

Todo esto en un contexto en el que el bloque de representación política que va de la derecha a la ultraderecha compite por exhibir quién es el más calificado para garantizar, desde La Rosada, el proceso de construcción de una suerte de Argentina S.A. que perpetre otra vuelta de rosca del proceso de financierización y reprimarización económica, lo que necesariamente conllevaría una competencia salarial a la baja a raíz de la drástica destrucción de empleo conveniado.

También el desmantelamiento del modelo de país federal y de toda normativa existente en lo que hace a lo laboral, ambiental o fiscal, así como la destrucción de los sistemas públicos universales y gratuitos de educación y salud, y el de jubilaciones y pensiones. Esto es, un país que en nada profundizaría la tasa de rentabilidad de los complejos agroexportador y minero, al tiempo que se convertiría en una especie de coto de caza para el negocio inmobiliario fundamentalmente de la mano de turismo y en una fuente de recursos que con eje en Vaca Muerta abastezcan a Europa y EE.UU. de combustibles baratos que aporten a su proceso de transición energética para lo que, también, se apropiarían de los yacimientos de litio.

¿Suena conspiranoico? Puede ser. Pero la cosa no aparece tan inverosímil cuando se revisa la celeridad del fallo de la jueza de Nueva York, Loretta Preska, que dispuso que Argentina pague 16.099 millones de dólares al tándem compuesto por los buitres Burford- Eskenazi (Ver Un programa, dos demonios). Y, más aún, si se advierte lo que reveló la diputada estadounidense, Alexandria Ocasio Cortez, cuando denunció la relación íntima que existe entre el titular del fondo buitre NML Capital, Paul Singer, y el juez de la Suprema Corte de EE.UU., Samuel Alito.

Ambos son amigotes y como tales compartieron salidas de pesca y otras distracciones, lo que no inhibió a Alito de estampar su firma en el fallo que condenó a nuestro país a pagar a Singer una cifra superior al 1600 por ciento, respecto a lo que recibieron los acreedores que aceptaron entrar en las reestructuraciones de la deuda. Por supuesto, Mauricio Macri pagó sin chistar y lo hizo con dinero de todos los argentinos. El beneficiado de tanta generosidad fue Singer que (¡oh casualidad!) fue aportante por dos millones de dólares a la campaña que llevó al líder del PRO a La Rosada.

Todo esto ayuda a comprender de qué va la cosa cuando Milei dice que “una empresa puede contaminar un río todo lo que quiera” ya que “el valor del agua es cero”, pero también cuando como lo hizo recientemente en La Nación+, reconoce que está en tratativas con fondos buitre que le suministrarían un programa. Pero asimismo, ayuda a entender por qué Bullrich tiene entre su primer círculo de asesores al ex abogado de Burford, Alejandro Fargosi, y a Alfonso Prat-Gay quien como ministro de Economía pagó a Singer y otros buitres 12.500 millones de dólares, pese a que la sentencia judicial del juez Thomas Griesa ordenaba sólo un pago de 1.330 millones. “Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”, solía decir Arturo Jauretche y no se equivocaba.

 

Precariado y financierización

 

Precariado y financierización exhiben con suma claridad de qué va el modelo de sociedad que el sistema capitalista impone en el actual momento de su Segunda Crisis de Larga Duración, pero también son dos de los universos de donde más sacó el espinel que La Libertad Avanza arrojó para las Paso. Es que se trata de las dos caras de una misma moneda y, además, la existencia del precariado en sí exhibe con patética desnudez el fracaso del paradigma que postula que es posible la construcción de un “capitalismo bueno y humano”.

Por definición el precariado suma a trabajadores estructuralmente desempleados que, por lo tanto, están en una situación de precariedad extrema y prolongada con el consiguiente escaso nivel de ingresos y una enorme incertidumbre sobre su futuro laboral, así como marginados de los sistemas previsionales y sanitarios.

La profundización de la flexibilización de las relaciones laborales ya es un hecho. Tras el breve interregno abierto con la finalización de la Segunda Guerra Mundial, el capitalismo ingresó en su Segunda Crisis de Larga Duración. El fracaso del modelo de trabajo fordista dentro de las economías capitalistas desarrolladas, ubica el principio de un momento caracterizado por una acelerada carrera hacia delante, en la que los que poseen el capital concentrado necesitan avanzar vertiginosamente en un proceso de mayor concentración de poder y maximización de ganancias. Pero también de búsqueda de legitimación.

En este contexto global, el sistema necesita consolidar un cambio  cultural que tiene diferentes aristas, pero que básicamente persigue  aniquilar la conciencia de clase que es la punta de hilo de un ovillo en el que, con sólo tirar un poco, podemos descubrir una construcción atávica y un desarrollo histórico basados en la solidaridad como mecanismo organizativo de resistencia hacia las injusticias, pero también como práctica de apoyo mutuo y acción colectiva por parte de las clases subalternas ante el ataque de aquellas dominantes. Es decir que, a partir de esta dinámica de acción colectiva, también se modificó la percepción entre pares y respecto a otras clases antagónicas.

Por eso en esta etapa los ganadores del capitalismo ponen tanto énfasis a la hora de generar condiciones con las que buscan favorecer la transformación de proletariado en precariado: esto no es una locura, en los países de economías capitalistas avanzadas ya se dieron pasos preocupantes en tal dirección y en Argentina ya es un fenómeno creciente y socialmente aceptado. Y si alguien lo duda, pregúntese por qué viaja en Uber cuando antes lo hacía en taxi o cuál es el motivo por el que naturaliza que los ravioles con tuco ya no los traiga un empleado conveniado de la rotisería, sino alguien que pedaleando o en moto carga una enorme mochila roja o amarilla.

Y ese esfuerzo por generar condiciones tiene, al menos, dos dimensiones. Una es el pusch que desde hace varios años se viene dando en el fomento de una revisión de la relación del cuerpo de leyes que rige la relación entre los universos del capital y el trabajo, que sea capaz de naturalizar el desempleo, la flexibilización y la precariedad prolongada en el tiempo, acompañada de una baja en el nivel salarial lo que plantea un escenario de profunda incertidumbre para los trabajadores. Y la otra es algo en lo que machaca la clase capitalista para apuntalar ese proceso al propiciar un “cambio cultural”, el mismo que fue frase de cabecera del Gobierno Cambiemos y que en el actual momento electoral retoma el tándem Milei-Bullrich.

Entre las premisas del Estado Liberal Burgués está garantizar la propiedad privada. Esto lo hace -e hizo- con gobiernos de derecha y con los que pretendían propiciar el advenimiento de “un capitalismo bueno”. Pero en la actual etapa del desarrollo capitalista, inmersa a escala global en su Segunda Gran Crisis de Larga Duración, el papel central de quien administra el aparato del Estado Liberal Burgués, es asegurar que la renta estatal transmute en capital financiero que garantice la prosecución de la ronda de concentración y apropiación de recursos naturales, intelectuales y simbólicos.

De ahí que el Estado Liberal Burgués, en tándem con las corporaciones, sea una herramienta clave para regular por medio de la legislación las condiciones que garanticen la maximización de ganancias, pero también el avance de normas que desestimen -y hasta impidan- cualquier tipo de asociación entre integrantes de las clases subalternas. Esto es, trabajar para que el proletariado se convierta en precariado.

Y esto no plantea otra cosa que un escenario atravesado por la desindustrialización y la deslocalización, robotización y empresas en red, así como la asociación corporativa que por medio de la terciarización que favorece la flexibilización, deja para los trabajadores un panorama de incertidumbre y fragmentación.

 

¿Y por casa cómo andamos?

 

¿Pero entonces puede sorprender la cosecha que aparentemente tuvo Milei en este segmento de la sociedad? Queda claro que en el actual momento de la Crisis de Larga Duración, el “capitalismo bueno” no tiene respuestas para los trabajadores sometidos al precariado ¿Pero qué pasó con nosotros, se nos escapó la tortuga? Es evidente que una parte importante de la tarea es resistir y reconstruir un imaginario social de clase, así como desmitificar todo aquello que se pretende presentar como atributos sacralizados del capitalismo.

Pero también lo es que, en la actual coyuntura, se está ante una situación límite por lo que se vuelve preciso trazar una línea clara que impida que en cualquiera de sus expresiones, el tándem de representación política que va desde la derecha hacia la ultraderecha, se haga con las herramientas de Gobierno.

Con este telón de fondo no se deben retacear esfuerzos militantes para impedir que el próximo Presidente salga del tándem Bullrich-Milei. Esto aunque sea evidente que lo del “capitalismo bueno” es una suerte de quimera y que, por lo tanto, es muy cuestionable la idea de que en las actuales condiciones se pueda construir un Gobierno capaz de acordar con la clase capitalista mecanismos de autorregulación del sistema económico que pueda traer equilibrio. Y también pese a que no hay dudas de la fragilidad argumental que tiene la postura que confía en que el Estado Liberal Burgués puede someter al universo de las finanzas y la especulación a una lógica de economía productiva.

También que no se debe resignar la estratégica que señala que el Stand-By de 2018 y la renegociación de 2022 con el FMI, ahogan cualquier posibilidad de establecer un esquema sustentable y que, por lo tanto, son impagables. Y que, en este sentido, es preciso revisar cómo y por qué el Gobierno Cambiemos sobreendeudó al país y dónde fue a parar ese dinero, lo que llevaría necesariamente a declarar la ilegalidad de cualquier pago de capital o intereses y a denunciar penalmente a los perpetradores de este delito.

Pero es verdad que para esto es preciso un volumen político del que hoy se carece. Y, asimismo, que en el orden táctico se plantea la necesidad de cerrar filas en la construcción de herramientas políticas que permitan que el resultado de las Presidenciales de este año no empeore todavía más las cosas y que, para eso, una buena receta militante pasa por no perder la perspectiva de coyuntura, porque es en la coyuntura donde millones de trabajadores la salen a pelear cada día para poder poner un plato de comida sobre la mesa.

De ahí que, otra vez, vale la pena hacer hincapié con que sigue teniendo vigencia esto de que como comunistas, somos capaces de construir desde una postura de clase, una mirada antagonista que pueda interpelar y canalizar el descontento. Y esto es viable echando mano a formas que faciliten la reorganización de la vida social, la producción y la distribución de bienes para cubrir las necesidades de las personas que están más agredidas por el actual momento de la crisis del sistema capitalista. Para ello la respuesta es avanzar, siempre en la escala de lo posible, en la construcción de formas y prácticas no capitalistas.

Esto es algo en lo que tenemos la experiencia desarrollada sobre todo en el movimiento social, donde muchos comunistas son protagonistas de formas que incluyen el mutualismo, cooperativo entre oprimidos y agredidos por el sistema, algo que actúa sobre las esferas de la producción y circulación, por un carril diferente al de cadena de valorización del capital.

Y que lo hace desde reglas diferentes que permiten que la realización no sea la mercantilización, al tiempo que exponen una postura abiertamente antagónica con la naturalización del capitalismo lo que impone -en épocas de precariado- una reproletarización, que es capaz de plantear un horizonte de construcción capaz de viabilizar un rumbo de transformación de sus condiciones materiales de existencia desde sí misma y para sí misma.

Pero todo esto sin resignar la mirada estratégica que excede, largamente, los tiempos electorales que impone la dinámica del Estado Liberal Burgués. Y esto es el principal aporte que podemos hacer en la construcción de una maquinaria electoral que sea capaz de enfrentar y derrotar a la derecha, desde el acumulado de construcción política vinculada a la presencia en barrios y localidades. Ahí en cada frente donde está el conflicto que es preciso poner en evidencia y sobre el que debemos actuar, aportando a la construcción de representación de la clase trabajadora.

Porque cuando hablamos de inflación, lo hacemos contextualizando este fenómeno en la actual fase de desarrollo del sistema capitalista, que está atravesada por la voracidad que genera su propia dinámica de acumulación. Y esto vuelve visible algunas contradicciones que en otros momentos el sistema pudo ocultar, pero que ahora quedan todavía más al desnudo y ayudan a poner en negro sobre blanco qué es esto de la lucha de clases.

También este escenario que deriva y habilita una crisis permanente del sistema, profundiza la desigualdad, pone en superficie algunas contradicciones que la derecha advierte y sobre las que actúa, ofreciendo respuestas cada vez más autoritarias como ahora se exhiben con las candidaturas de de Milei y Bullrich.

Se trata de contradicciones para las que el reformismo adolece de capacidad para actuar, por lo que el conflicto es inevitable, como lo es que como comunistas actuemos sobre él, asumiendo la representación de la clase oprimida en momentos en que se intenta imponer un sentido común desde el que se busca legitimar los cambios estructurales regresivos que impone la etapa que atraviesa la crisis capitalista, destruyendo el tejido social que operó como organizador durante más de seis décadas en Argentina.

Y como donde hay opresión habrá resistencia y lucha, es un deber reafirmar nuestra mirada estratégica y construir agenda propia, porque no va a ser sino con la construcción de herramientas propias que tracen una vía socialista, como se va a poder acabar -entre otras cosas- con la inflación, el precariado y la financierización, pero también con los factores que la provocan.

De ahí que la hora imponga la doble tarea de actuar políticamente hacia adentro del sistema y aportar a la construcción de herramientas aptas para la reorganización de la lucha de clases, algo que requiere de la formación de propia conciencia, ya que por más precariado que quieran meter, la lucha de clase siempre está latente, porque aunque a veces cueste sistematizarlo como pensamiento, todos queremos que nos paguen bien por nuestro trabajo y no ser explotados, es decir, queremos vivir bien.

Pero adquiere nivel de conciencia y se hace explícita cuando los trabajadores pueden identificar quiénes son y dónde están los elementos de la explotación, cómo se produce y quién la perpetra. Y, por lo tanto, son capaces de identificar las causas y las alternativas que presenta la lucha de acuerdo a cada contexto histórico.

De esto va lo de la reorganización de la lucha de clases, que de ninguna manera debe ser un factor que obture la necesaria mirada de coyuntura que impone el proceso electoral. “Elijo creer” es una frase que se popularizó cuando La Scalonetta transitaba su camino rumbo a la Copa del Mundo 2022. La frase es tomada en estos días por algunos entusiastas militantes de Unión por la Patria que ven en los recientes anuncios de Massa, herramientas para poder salir a dar la disputa ¿Elijo creer o elijo hacer? Quizás la clave de la hora esté en las dos cosas.