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Dom, Abr
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En Irak, la fuerza que posee un tercio de la representación parlamentaria no puede formar Gobierno. Sus militantes se manifiestan y son ferozmente reprimidos por la Policía. El Partido Comunista propone una salida. 

Dos décadas después de perpetradas, la invasión y posterior ocupación y destrucción de la estructura estatal de Irak por parte de EE.UU., sigue exhibiendo sus secuelas en el empobrecimiento y la tribalización que propicia la proliferación de bandas armadas siempre funcionales a los intereses de Washington y corporaciones militares privadas como Blackwater y Defion Internacional que tiene sus sede y base de adiestramiento en Bagdad.

Con este telón de fondo, son recurrentes las crisis político-institucionales que se suelen saldar con matanzas y otros hechos de violencia extrema. Y en este contexto, se inscribe lo que está pasando en estos días con epicentro en Bagdad, después de que el clérigo chií Moqtada al Sadr, anunciara que renuncia a formar Gobierno para suceder a Mustafa Al-Kadhim.

El caso es que Moqtada al Sadr tomó esta determinación a raíz de que, durante los últimos diez meses, el resto de las fuerzas con representación parlamentaria, bloquearon la posibilidad de que el líder chií formara Gobierno.

Moqtada al Sadr preside el Movimiento Sadrista que tiene presencia en el Banco Central, así como en las carteras de Interior y Finanzas​. Desde el año pasado tiene alrededor de un tercio de las bancas del Parlamento, donde duplica a la segunda fuerza que es el Partido del Progreso.

Así las cosas, desde el lunes pasado se vienen reiterando enfrentamientos entre miembros del Movimiento Sadrista y fuerzas policiales que, de acuerdo a fuentes oficiales, ya dejaron una secuela cerca de medio centenar de heridos y una veintena de personas muertas, al tiempo que varios obuses fueron disparados sobre la zona verde de la capital irakí, que donde se ubican las sedes diplomáticas y edificios gubernamentales.

Todo se precipitó cuando los seguidores de Moqtada al Sadr salieron a la calle y una multitud acampó en las inmediaciones del Palacio Presidencial y la sede de Gobierno, negándose a acatar el toque de queda impuesto por Mustafa Al-Kadhim.

En este contexto, el Partido Comunista Irakí (PCI), advirtió que la situación tomó un nuevo y peligroso giro como consecuencia “de la prosecución del estado de intransigencia y aferramiento a posiciones e insistencia en el mismo abominable sistema etno-sectario de poder compartido que condujo al deterioro del Estado de nuestro país”, tras lo que sostuvo que la actual situación se pudo evitar “si se hubiera cumplido la voluntad de la mayoría de los iraquíes y sus demandas”.

Asimismo, instó al Gobierno a que garantice el derecho a la manifestación y protesta pacífica, y condenó “el uso de munición real, el homicidio intencional y las formas de violencia que son contrarias a los derechos humanos”.

Y, en este sentido, hizo un llamado a que “las fuerzas de seguridad protejan a los manifestantes, se distancien de los conflictos políticos, asuman sus responsabilidades y realicen sus tareas de conformidad con la Constitución”, al tiempo que reafirmó que “en estas difíciles y críticas circunstancias, renovamos nuestro apoyo al derecho de nuestro pueblo a luchar por diversas vías pacíficas y masivas para lograr sus justas demandas e imponer su voluntad”.

Por lo que el PCI propuso que se avance hacia elecciones anticipadas “de acuerdo con un sistema electoral justo” y a que el Poder Judicial y el Tribunal Federal, eviten dejarse influenciar por la injerencia extranjera, ya que “nuestro pueblo tiene derecho a decidir por sí mismo su presente y futuro según su libre voluntad”.