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Vie, May
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La final de la Supercopa de Fútbol de Turquía debía disputarse en Arabia Saudita, pero fue aplazada después de que los organizadores impidieran la exhibición de la imagen del fundador de la República turca, Mustafá Kemal Atatürk.

La final de la Supercopa de Turquía entre Fenerbahçe y Galatasaray quedó suspendida poco antes de celebrarse, por la disputa que surgió entre los clubes junto a la
Federación turca, con las autoridades de Arabia Saudí, en cuya capital Riad, estaba prevista la realización del partido.

La Supercopa entre el Galatasaray, campeón de la Liga, y el Fenerbahçe, campeón de la Copa turca, se canceló porque las autoridades saudíes no permitieron que losjugadores de ambos equipos vistieran, durante el calentamiento previo, camisetas con la imagen de Mustafa Kemal Atatürk, quien fue fundador de la República turca
en 1923.

Ambos clubes y la Federación de Turquía emitieron un comunicado conjunto confirmando el aplazamiento del encuentro, sin nueva fecha ni sede, y apuntaron contra el
gobierno saudí al que acusaron de interferir con lo que pretendió ser un homenaje que tenían previsto realizar antes del partido.

En el centro de la tensión política aparece el deseo de los dos equipos de Estambul que querían usar camisetas con la imagen del fundador de la Turquía moderna, Mustafa
Kemal Ataturk, en la previa del partido previsto en el estadio Al-Awwal Park. Todo en medio de la celebración del centenario de la República de Turquía.

Asimismo, se había planeado que los jugadores salieran con una pancarta en la que se reprodujo una frase clásica de Ataturk: “Paz en casa, paz en el mundo”. También se
había colocado en las gradas un cartel gigante con la imagen de quien para los turcos es el Padre de la Patria.

Pero la negativa de las autoridades saudíes también fue en relación al himno turco, ya que no aceptaron que sonara en el interior del estadio de Riad. “Si no se puede cantar
nuestro himno nacional, no saldremos al campo”, aseveraba el viernes pasado el secretario general del Galatasaray, Eray Yazgan.

Y aunque finalmente Arabia Saudí se mostró abierta a que sonara el himno de Turquía, no aceptó que los jugadores del Fenerbahçe lucieran el mensaje “Paz en casa, paz en el mundo” ni que sus rivales difundieran la frase “Qué feliz el que dice ‘soy turco’”, que es la que pronunció Atatürk en las celebraciones del Día de la República de 1933.
Todo esto supuso el no definitivo de los dos equipos y el partido quedó en la nada.

Este caso vuelve a poner sobre el tapete un tema que, en la actualidad, atraviesa al universo que corre detrás de una pelota que sueña con entrar dentro los límites que imponen los 7,32 por 2,44 metros ¿Pero quién es el dueño del fútbol, un deporte que es un negocio formidable, pero que fundamentalmente interpela valores identitarios que tienen que ver con lo religioso, cultural y nacional? Arabia Saudita quiere consolidarse como una superpotencia del deporte mundial gracias a enormes inversiones que viene haciendo en el fútbol, pero también en la Fórmula 1, golf, equitación o el boxeo. Y, además, va a ser sede de los Juegos Asiáticos de Invierno 2029, entre otras cosas. Desde hace unos años organiza importantes espectáculos futbolísticos, como el reciente

Mundial de Clubes ganado por el Manchester City o las Supercopas de Italia y España. Y su influencia en el mundo del fútbol se hace sentir y así consiguió que la Fifa
designe a Arabia Saudí como organizador del Mundial 2034.

La negativa a que se exhiban carteles de Ataturk y que en sus camisetas los equipos finalistas rindan homenaje al fundador de la República Turca, provocó también la
reacción del presidente Recep Tayyip Erdogan, quien dijo que la cancelación del partido fue “una evidente iniciativa de sabotaje” orquestada por la oposición de su propio país, a la que acusa de haber instigado un enfrentamiento con el gobierno saudí.

Así las cosas, mientras algunos buscan poner paños fríos a este episodio, lo cierto es que una vez más quedó expuesto que de forma creciente, cada vez que rueda la pelota, lo que se pone en juego es mucho más que saber quién es el que levanta la copa.